Capítulo 13

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13| ¿OCULTAR UNA VERDAD ES MENTIR?

Finalmente, superé mi primera semana en el segundo grupo.

Todas y cada una de las sesiones teóricas de Corina se me hicieron pesadas y muy confusas. Sólo escuchaba «fuego», «guardianes», «sangre» y «magia». Una vez tras otra. Cada vez que la oía hablar sobre eso, sentía que, en lugar de saber más sobre los guardianes del fuego, sabía todavía menos. Su magia era poderosa, pero también muy compleja. Podías llevarla dentro de ti y no ser capaz de usarla nunca, o podías usarla y herirte en el intento probando de controlarla.

El fuego, según Corina, era el elemento más especial.

En todos los sentidos de la palabra.

No sólo habló sobre su magia, sino que también nos contó la historia completa del reino del fuego. La guardiana explicó que, tras la coronación de los cuatro grandes reyes y la construcción de sus respectivos reinos, cada milímetro de Ignis se llenó con la magia del fuego; los primeros guardianes tuvieron una descendencia abundante y poderosa. Años después, temiendo que la paz pudiera ser destruida en cualquier momento, los cuatro reyes acordaron distinguir de alguna forma a todo aquel que tuviera la capacidad de manejar uno de los elementos del resto de habitantes. Y los anillos fueron su elección. Un par de años más tarde, decidieron construir también la muralla fronteriza que separaba la isla más grande del archipiélago en dos.

Conocer su historia, después de todo, no iba a serme útil.

Lo que necesitaba saber era el origen de ese gran conflicto.

El conflicto del que nadie quiso hablarme nunca.

Dejando a un lado cómo la realidad sobre el peligro que podían suponer para mí los guardianes del fuego me golpeó en la cara de nuevo, los entrenamientos no se me complicaron tanto como pensé. El recorrido de los troncos siguió siendo la mayor tortura de la que había sido partícipe, pero las otras dos partes del entrenamiento resultaron ser un éxito. No me esforcé demasiado en intentar reducir mi número de caídas en los troncos, pero sí me di cuenta de lo libre que me sentí al correr por el bosque y poder sentir el viento chocar con mi cuerpo.

Los días de combate con Cosme fueron horribles.

Pero, una semana en ese grupo, había sido peor.

—No puedo más —tras soltar un suspiro pesado, me dejé caer en la cama, abatida.

—¿Te quedan energías para ducharte o prefieres que lo haga yo?

—¿Sabes para lo que no me quedan ganas? —pregunté, a punto de perder los nervios. Él negó con la cabeza—. Para aguantar tus comentarios. No has parado desde que discutimos hace una semana. Necesito descansar un poco de eso, por favor.

—Bien. Ve a ducharte.

Le eché una última ojeada antes de levantarme del colchón y caminar por la casa para encerrarme en el cuarto de baño. Desde que llegué al reino del fuego, sentir el agua fría caer sobre mí era lo único que había conseguido hacer retroceder a las dudas, las preocupaciones y los miedos. De alguna manera, sentía que estaba un poco más cerca de mi familia. Más cerca de mi hogar.

Aun así, todo desaparecía cuando el agua dejaba de caer.

Salí del cuarto de baño tras vestirme, revolviendo mi cabello castaño. Eros estaba parado de brazos cruzados a unos pasos de la puerta, en medio del pasillo.

—¿Qué haces ahí?

—Esperar a que terminaras.

—Pasa, entonces. Ya he acabado.

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