Capítulo 15

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15| FUEGO, FUEGO, FUEGO

Respiré hondo antes de colocarme delante del primero de los troncos, llevando toda mi concentración al camino que formaban y a la persona que lo estaba cruzando sin dificultades.

Cosme.

El renacuajo había logrado encontrar la forma de superar el recorrido el día anterior, y la sonrisa de suficiencia que me dedicó cuando regresaba hacia su lugar se repitió en mi mente durante toda la noche.

Las tormentas que solían haber entre él y yo perdieron potencia cuando subimos al nivel intermedio, pero parecía que habían vuelto a las andadas. Desde que ambos supimos que nos convertiríamos en guardianes del fuego en un futuro —teniendo en cuenta que él no conocía el final de mi misión—, nuestra rivalidad se convirtió en un juego en el que cada día ganaba uno de los dos.

En los entrenamientos con el fuego me adelanté un paso más.

En el recorrido de los troncos, lo hizo él.

Estábamos a la par en cada ejercicio que nuestra guardiana instructora nos mandaba, así que este no serían la excepción. Nunca tuve intenciones de quedarme atrás desde que Eli nos emparejó y me vi obligada a compartir mi tiempo con él.

—¿Preparada, Xena? —Corina me dedicó una mirada significativa mientras regresaba a la realidad.

Asentí con la cabeza, decidida.

Dio una palmada y empezó a dictarme el orden como había estado haciendo desde que me sumé a sus entrenamientos. Mis pies se movían acorde al ritmo de sus indicaciones. Sin darme cuenta, me planté detrás del último tronco antes de poder procesar que había salido exitosa.

Cero caídas, cero tropiezos y cero distracciones.

—Bien hecho.

Sonreí con ilusión en su dirección y Corina me guiñó un ojo acompañado de una sonrisa de medio lado. Regresé al final de la línea recta que formaban delante del primer tronco, no sin antes buscar a mi rival con la mirada para devolverle la sonrisa altanera que me dedicó veinticuatro horas atrás.

El resto del entrenamiento me pareció mucho más ameno y corto de lo que recordaba. No era muy complicado asimilar a qué se debía mi tranquilidad, pues superar el mayor de mis problemas que al final del día pesaba en mis hombros era como deshacerse de una carga que te arrastra hacia abajo. En mi caso, que me retenía en el mismo lugar.

Impidiéndome avanzar.

Impidiéndome crecer.

Para cuando emprendimos el camino de vuelta al castillo, me arrepentí de haberme tomado la libertad de invertir las energías que no había gastado en el recorrido en el entrenamiento de resistencia. La felicidad de haber tachado un punto de la lista era tan inmensa que me nubló la razón. El dolor en mis piernas estaba ahí, presente, pero no fue capaz de sacarme de mi estado de felicidad.

Nada era capaz de borrarme la sonrisa.

No obstante, todo aquello pasó a un segundo plano cuando me dejé caer en la silla del comedor. Una descarga recorrió mi cuerpo de arriba abajo, obligándome a reducir mis movimientos a cero.

—¿Todo bien, Xena? —preguntó Olek con preocupación.

—¿Me creerías si dijera que sí?

—No.

—Pues ya tienes tu respuesta.

—Xena ha estado inquieta toda la mañana —explicó Kaia por mí.

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