Capítulo 16

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16| IRA VS CALMA

—Buenos días, Xena —saludó Fénix al entrar—. ¿Estás lista?

Terminé de atarme las botas negras y me acomodé la camiseta antes de levantarme de un salto y alcanzar al rey. La noche resultó ser más fácil de lo que imaginé en un inicio y logré restaurar mis reservas de energía por completo. Mis ganas de seguir conociendo a la guardiana del fuego que llevaba dentro subían como la espuma, rebasando los bordes.

—Acompáñame, iremos a una sala vacía para esto.

Seguí sus pasos hacia el exterior de la habitación en la que dormí. Cruzamos el largo pasillo de un extremo al otro y nos adentramos en la última de las estancias, oculta por una puerta de metal grisácea.

—¿Entramos?

Asentí con seguridad, empujando el portón pesado.

En aquel momento ni siquiera cuestioné las acciones del líder, a pesar de las sospechas que podrían haber surgido por la oscuridad de la sala y el metal que la mantenía cerrada. Mi identidad en el reino siempre fue una máscara a la que me fui acostumbrando inconscientemente. Se adhería a mi piel como todos los nuevos sentimientos que me provocaban los guardianes del fuego se adherían a mi corazón. Estando con la guardia baja nada me parecía extraño, y sabiendo que mi máscara tenía grietas que dejaban ver lo que había detrás de ella, eso podía llevarme directa al fracaso.

Directa al peligro.

La habitación se iluminó y en mi campo de visión apareció una silla de madera. No era demasiado grande, tampoco muy pequeña. Lo suficiente como para mantener cautivo a alguien, cosa que me hizo estremecerme. Le habían retirado la orden de vigilancia a Eros, pero no podía permitirme confiar en ellos y tener la seguridad de que sus acciones no ocultaban maldad en ellas.

No importaba cuántas palabras aparentemente sinceras escaparan de sus labios.

Si mi familia me había engañado durante dieciocho años, ellos también podían.

—Sé que no es la mejor sala, pero lo que vamos a hacer necesita hacerse en un espacio reducido por precaución. No sabemos cómo vas a reaccionar con el fuego y hay muchos objetos que podrían dañarse en el proceso —pasó de largo y alcanzó la silla de madera, dando una vuelta a su alrededor—. Siéntate. Te guiaré para que puedas conseguirlo sin dificultades.

Tragué saliva. Mi respiración se descontroló.

Acaté la orden y esperé con impaciencia a que Fénix decidiera moverse. Justo cuando mi relajación estaba a punto de desvanecerse, el rey se situó a mi derecha con una llama saliendo de la palma de su mano. Tomó la mía y la extendió delante de mi cuerpo, soltando esa pequeña bola de fuego lentamente hasta que quedó suspendida en el aire.

—Intenta sujetarla. Que no cale tu piel como hicieron las llamas de Corina, ¿de acuerdo?

Mientras seguía intentando calmarme, puse mi concentración en la flama que seguía flotando. La observé desde distintas perspectivas, hasta que algo se iluminó en mi mente y supe que, si podía hacerlo con un elemento, no sería tan distinto hacerlo con otro.

El fuego y el agua eran totalmente opuestos, fuerzas que albergaban un poder inmenso. No podían acercarse, no podían entrelazarse, no podían mezclarse. La presencia de una en un espacio significaba que la otra no estaba presente. Sin embargo, en mi sangre llevaba la capacidad de manejar ambas.

Habían pactado hacer una sola excepción en todo Eriríni.

Y esa peligrosa excepción, era yo.

—Bien. Vas bien, Xena.

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