"Capítulo Tres, Tercera Parte: El reencuentro más esperado"

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Me encontraba agarrada literalmente a la tasa del retrete totalmente mareada, no podía parar de vomitar, y no sabía si era por el embarazo o por las voces que estaba escuchando en el despacho contiguo a la sala donde me hallaba.

Después de haber observado en primera persona quienes eran los nuevos internos, derramé toda la taza de chocolate que estaba tomando. Como consecuencia de esto, huí con avidez al baño que se encontraba en el despacho de Galván con la excusa de limpiarlo. Aunque la realidad es que me quería quedar allá escondida sin que nadie me molestara mientras expulsaba todo mi nerviosismo hacía el retrete.

Por eso el hijo de puta de Galván quería que recibiera a los nuevos internos- pensé.- porque sabía perfectamente quienes eran y el pasado que tenían conmigo.

Desde el encontronazo que tuve con el nombrado, cuando me escondió la ubicación de Miguel, había estado amenazándome y controlándome constantemente.

Cabe recordar que palidecí cuando dijo mi verdadero nombre,  cuando dijo que sabía mi verdadera identidad y que Antín y yo mentíamos. 

Por ello me advirtió que debía de ser discreta y hacer mi trabajo sin intervenir en el suyo, puesto que podía decir a la policía que seguía viva, y podría volver a abrirme una investigación por aparecer viva cuando me daban por muerta, y por ello volver a ser sospechosa del trágico asesinato de mi abuela, el cual seguía abierto por el desconocimiento del autor del mismo.

-¡ Dios santo!- se escucharon las voces de Galván tras la puerta- ¿ nunca le hicieron la ortodoncia a este chico?- preguntó y supe con facilidad que hablaba de mi hermano.

- Le tiene miedo a los dentista, que le va a hacer- contestó la reconocida voz de mi "papá" y por un momento se me revolvió el estomago de nuevo.

No podía creer lo nerviosa que andaba por afrontar lo que se venía.

- Lo que no se agarra a tiempo crece torcido- prosiguió Galván- quiero advertirles que esto no es San Onofre.

- No por supuesto que no, no sabe como quedó eso- dijo Mario con cierta burla, y por un momento me entraron las ganas de salir para allá y vomitarle en la cara, vaya estupido.

- Y todos sabemos por responsabilidad de quienes- contestó Galván con seriedad- pero eso acá no va a pasar, yo no soy como el lánguido de Antín, además ahora tengo a alguien que me va ayudar a controlaros y que me va a ser de gran ayuda porque los conoce a la perfección.

Tragué saliva fuerte cuando escuché las palabras de Galván, y supe que ese era el momento de mi entrada "triunfal".

Abrí la puerta con lentitud, y pude escuchar una leve risilla por parte del director del penal.

- Adelante querida, no te cortes- dijo y de un momento a otro me encontraba ante los rostros de los que fueron mi salvación y la muerte de mis amigos en San Onofre

Cuando aparecí ante ellos todos me miraron de arriba abajo con los ojos abiertos de para en par, parecía que me habían visto resucitar, y en cierta parte lo habían hecho, porque la última imagen que tienen de mí es con una bala incrustada en mi cuerpo.

- Vaya... parece que después de tanto tiempo no tienen nada que decirse- dijo el director con cierta burla, estaba disfrutando del momento, aunque a su vez se veía que tenía cierta curiosidad por saber de nuestra relación, ya que el sabía de mi verdadero nombre, de que estuve laburando en San Onofre y lo de mi abuela, pero no sabía de mis relaciones que ninguno de los presos de San Onofre.

En ese momento Diosito levantó la mano consiguiendo que "nuestro padre" lo mirara mal al igual que Barny. Sin embargo, James no apartaba la mirada de mí, y aunque yo no lo estuviera mirando a él, podía ver de reojo que me estaba inspeccionando con la mirada de arriba a abajo.

Licenciada Ballesteros - El MarginalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora