"Capítulo Cuatro, Tercera Parte: El verdadero diablo se viste de Galván"

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Abrí los ojos lentamente, me encontraba muy adolorida y cansada, era como si cien elefantes me hubieran apisonando el cuerpo poco a poco. Sin embargo, todo mi dolor se fue, cuando observé la escena que se plantaba ante mis ojos.

Me encontraba en la enfermería de Puente Viejo, a mi lado se encontraba la enfermera tomándome la tensión, y justo frente a mí se encontraba James, quien abrazaba fuerte mi panza mientras dejaba pequeños besos en esta.

-¿ Acaso estoy en el cielo?- dije como pude, mi voz a penas salía de mí y la que salió era bastante ronca. 

En cuanto hablé, los ojos de las dos personas presentes se posaron en mí.

- Princesa ¿ cómo se encuentra?- dijo James abrazándome con fuerza- me tenía preocupado.

- Me siento como el orto- dije algo apenada- espero que haya otra personita que al menos no haya sufrido como yo.- dije mirando a la enfermera quien asintió con felicidad.

- Tranquila, fue un susto solo, tu bebé está estable.- dijo feliz, pero de repente su cara brilló con más felicidad aún, como si algo especial hubiera visto- oh... hola ¿ te puedo atender en algo?- preguntó, y en ese momento James y yo dirigimos nuestra mirada hacia donde ella lo hacía, a la cosa que miraba con tanta felicidad, y que resultó ser lo que menos me esperaba.

-¿ Qué hace el gonorrea este acá?- dijo James a la defensiva, y antes que fuera hacía César, lo agarré del brazo.

-¿ Qué problema tenés vos, puto?- contestó este- ni sabía que estaban acá.

- Ah no ¿ entonces para que mierda viniste?- preguntó James- no tienen suficiente con lo que le hizo su amiguito el cobani a Dios.

- ¿ Qué le ocurre a Diosito ?- le pregunté a James pero ni me contestó, ya que tenía su mirada fija en César.

- ¿ Y yo que tengo que ver?- contestó César- fue el farlopero ese quien se empezó a cagar a piñas con Palacios, yo cero onda con eso.

-Claro porque usted es un mariconcito, mucho si tocan a uno nos tocan a todos y vainas de esas pero a la hora de la verdad usted es un cagón.- soltó James y ahí fue cuando César se acercó a él para llegar a algo más. Sin embargo, esto no pudo ser posible puesto que la enfermera lo paró.

- Ya basta, la licenciada tiene que descansar- paró todo- James si no parás llamaré a los guardias, y vos César, te pido por favor que abandones la sala.

- Pero vine a darte algo que te hice en clase de carpintería, mirá- dijo el mismo y le extendió un pequeño cofre con una nota dentro.

Ante este gesto la enfermera enrojeció de la pena, aunque esto no paró que ambos se quedaran mirándose mutuamente embobados.

- Bueno ya está ¿ no?- llamé su atención cortando su "lindo" momento- ya le diste el regalo, ya te podés marachar y dejar de romper las pelotas- dije algo molesta.

Conocía a César, había hecho eso para tratar de molestarme, no estaba acá por casualidad y eso es lo que me molestaba, su insistencia en romper las bolas.

- No che pará, vos ni comés ni dejás a los demás comer- dijo César- ¿ Ahora andás celosa?

- El y yo no somos nada , solo amigos- dijo la enfermera rápidamente tratando de excusarse como si a mi me hubiera molestado que estén juntos.

- Me chupa un huevo si están juntos o no, no estoy así por eso- contesté algo brusca, y me arrepentí al momento porque al ver la cara de la enfermera sentí que de un momento a otro iba a largarse a llorar.

Licenciada Ballesteros - El MarginalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora