- XXIII -

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El aroma del pan recién tostado impregnaba la cocina cuando Remy preparaba el desayuno. Sentado a solas en la cocina tomando una taza de jugo de naranja termino su desayuno.

Ya la enfermera se encontraba con su papa.

El claxon de un auto sonó afuera.

Hubiera sido difícil saber que hora era; grises las nubes en diferentes tonos encerraban el cielo en una bóveda bien flanqueada; no permitían el paso limpio de la luz del sol.

Avanzando rápido por la autopista en el ultimo modelo del papa de Lorgia, Roy, se dirigían al encuentro de su amiga.

Meditabundo, Remy en silencio estaba. Roy por su parte conducía sin decir palabra.

Habían dejado atrás la ciudad, y los serenos parajes de campos verdes manchados de vez en cuando por una o dos vacas comenzaban a aparecer a los lados del camino. Ya llevaban casi una hora de camino, debía de ser un lugar alejado a la ciudad, para dejar atrás todo lo que agobia de las ciudades.

- Te agradezco que me acompañes. –declaraba el padre de Lorgia, rompiendo el silencio.

Si bien Remy sabía que iba al encuentro de una amiga, también la curiosidad de saber que pasaba con ella lo invadía, ¿porque la crisis? No se sentía cómodo pensando en ello...

- No tiene que agradecer. Lorgia es mi amiga.

Nada menos que parecer entrometido quería parecer Remy. No pudo haber pensado que Lorgia estaría en una situación así. Aunque la curiosidad era tentadora prefería estar ahí para poder ayudar de algún modo.

El auto giro finalmente en un sendero no pavimentado, sobre guijarros grises como el cielo rodaba el auto y a los escasos metros un arco de tipo romano en piedra erosionada de color marfil era el claro para la entrada. Nada de puertas, solo custodiado por una enredadera verde brillante que subía abrazando ambas columnas del arco sin llegar a la cima, la figura contrastaba con la tierra rustica del fondo, dando un aire colonial.

La velocidad del auto disminuyo cuando unos verdes helechos bordeaban el camino hasta donde un edificio del mismo tono del arco que recién pasaron encumbraba el final. Dos espesas arboledas de altos y esbeltos pinos y abetos amurallaban a cada lado el edificio por pocos cientos de metros. Antes de penetrar la muralla verde, bajaron del vehículo ante la indicación del personal del lugar, tendrían que caminar para entrar, a partir de ahí el panorama completo del lugar se develaba dejando atrás los arboles como una cortina. Entorno al edificio central más de una docena de cabañas de distintos tamaños envolvían el complejo; un césped en verde brillante parecía una alfombre cubriendo hasta el horizonte solo decorado por líneas de pequeños arbustos salpicados por flores multicolores que parecían señalar caminos entre las diversas áreas. Mientras avanzaban pudieron mirar a grupos de personas sentados en círculos sobre el césped; practicando algo parecido a la yoga, algunos otros travesaron su camino corriendo en grupo, algunos riendo. Mientras se acercaban aún más al edificio principal se podía aspirar un aire de tranquilidad combinado con la naturaleza, era un lugar adecuado para bajar las revoluciones y relajarse.

Avanzaban con dirección al edificio principal cuando de uno de esos grupos de personas corriendo salió Lorgia en una pants completo gris y tenis blancos como todos los demás. Al mirar a su papa su cara se ilumino de alegría, sin embargo cuando su mirada se desvió a un lado y miro a Remy, su cara palideció de pronto. Detuvo un poco el paso acelerado que llevaba en un principio hacia ellos para abrazar a su papa y brindarle un beso amoroso en la mejilla; sin parecer querer separarse de su papa, lentamente lo hizo. Entonces para mirar a Remy, parecía hacerlo como si algo amargo le corriera en la garganta. "Hola, Remy." Un seco saludo que él respondió igual sin saber que hacer más.

Promesas RotasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora