- X -

5 0 0
                                    

Después del paso del torbellino llamado cambio, le seguía una larga reconstrucción.

Y de ella hacer cada vez de aquel vacío dejado menos doloroso, Remy intentaría darle compañía y ser un apoyo para sanar su corazón herido, algo que él hubiera deseado tener en esas condiciones mucho tiempo atrás.

Aquella noche en la casa de Michelle, el no durmió, velo toda la noche a la mujer que amaba, vigilando sus sueños, y recordando a cada instante su experiencia, parecida a la que ahora sufre ella. El se dijo, "Ni al peor enemigo le desearía tal tragedia... pues es una herida que jamás cierra..." en recuerdo a todos aquellos momentos tan malos que ha vivido. Es tan doloroso repetir esta frase tantas veces tan destructivo, es mejor olvidar.

Ya era domingo, el sol nacía entre dos colinas que adornaban la ventana de la habitación de Michelle y a pesar de que las nubes impedían el paso de la luz, el sol salió triunfante haciendo de esa mañana una bella imagen para recordar...

Desde la cocina donde Remy preparaba el desayuno también contemplaba el amanecer tan bello que se suscitaba y decía... "Así en la vida hay que ser como la luz, que cada mañana se abre paso entre la oscuridad y las nubes... siempre adelante... siempre perseverante." dijo él. Palabras que irónicamente él no se habría atrevido a pensar y menos pronunciar antes de que Michelle llegara como ese sol a abrirle los ojos y darle todo lo que necesitaba para ser otro.

Michelle despertaba ya tarde, cerca del medio día, y deseando que lo que sucedió los días anteriores fuera solo una pesadilla. Pero no era así. Bajo de su habitación y vio con mucha ternura a Remy que preparaba el desayuno y le daba los buenos días con un bonito abrazo, cuestionando él, como se sentía en ese día, pero ella contestaba con una pregunta mas.

- ¿No tendrás problemas con tu padre por no llegar ayer?

- No lo creo, ya sabes que para él no existo y menos ahora que mi hermana no esta aquí.

El sordo rechinido de las escaleras anunciaba a Alexandra, la madre de Michelle que bajaba; y mientras admirando a su hija abrazada de su novio y pensó con un nudo en la garganta que hacían bonita pareja. Intentando no ser inoportuna saludo a los dos.

- Buenos días hija... buenos días Remy. –tomo un momento para continuar, recordando la razón de aquel joven de estar en su casa- No sé que decir... –busco fuerzas para continuar sin regresar al llanto- Solo gracias por el apoyo que nos has dado en estos días. Lamento que nos conozcamos en estas... condiciones; me hubiera gustado conocerte en otro momento. –los ojos se le aguaron, pero prosiguió- Pero esto me deja ver que eres todo lo que mi hija me ha contado sobre ti. –expresaba con gratitud la señora-

Queriendo mostrar su empatía, Remy se puso de pie y con un severo gesto de aprecio fue honesto.

- Gracias señora. Pero no importa, creo que aunque no sea un buen momento para conocernos, para mi es agradable. –dibujo una sonrisa leve el muchacho-

El desayuno fue silencioso y casi nadie hablaba pues no era el momento.

Ya un poco cansado y desvelado Remy se fue a casa prometiendo ir a ver a Michelle por la noche.

Pero dejando a un lado su cansancio lo hacía porque ellas dos solas debían asimilar ese trago amargo por su cuenta. Un momento para permitirse compartir el sabor de la tragedia, algo que solo madre e hija a solas debían vivir.

Al llegar a casa, como siempre vacía, muda sin color; Remy subió a su habitación, inmediatamente el cayó muerto de sueño en su cama.

Entrando en el mundo de los sueños nuestro amigo suplicaba descanso sin sueños o pesadillas, solo ese sueño en blanco, no quería sentir nada mas por un rato y así le fue concedido.

Promesas RotasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora