- XXVI -

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El sonido de las gotas de agua al romperse en el pretil de la ventana era una melodía discorde que se acompañaba con el sonido de otras más al estrellarse contra el vidrio de la ventana. El cielo estaba cerrado por bajas y pesadas nubes grises y negras, no había luz, desde el amanecer. El vapor de una humeante taza de café, con su característico aroma, se interpuso entre la vista de Remy y el caer de la lluvia a través de la ventana de su habitación. Apoyando los codos sobre el escritorio contemplaba la escena, venció lentamente los hombros para poder aspirar de más cerca ese sabroso olor de su café tostado sin dejar de mirar en esa dirección.

Hacía una hora que intentaba ordenar sus pensamientos para poder escribir algo en el cuaderno delante de si, para el último ensayo del concurso de literatura, no había podido producir nada que valiera la pena.

Buscando hacer espacio en su mente, quiso entender, recordar porque, ese concurso era tan importante para él.

Era algo perpetuo el pensamiento que todo cambio cuando cierta rubia entro a su vida. No podía negarlo, entonces sucedió su partida, promesas se hicieron. De todas las promesas que ese joven de diez y siete años hizo, el trato de cumplir todas en la ausencia de su amada, era claro porque lo hacía, eso lo volvió otra persona, que él no pensó llegar a ser. Ella regreso, como nunca hubiera esperado, trayendo consigo promesas rotas. Por la fuerza, volvió a cambiar, cometió tantos errores a causa de ello, no obstante, siguió cumpliendo esas promesas, no por debérselas a quien tanto amaba, si por él mismo, inconsciente, lo hizo. En especial estaba ese concurso de literatura, entrar a ese certamen le ayudo, tuvo una amiga, Lorgia, pudo demostrar a sus detractores que él no era como lo habían etiquetado. Ese concurso de literatura era parte de su cambio, parte de su vida, demostrarse a sí mismo que una capacidad celosamente guardada que fue tan férreamente privada, al ser publica lo había hecho brillar de una forma que jamás pensó pudiera ser. Así encontró la importancia de seguir esforzándose.

Agacho la cabeza para poder sorber de la taza que ya no humeaba más; el objetivo estaba claro, pero eso no dejaba fuera de su mente a Michelle.

Estiro el cuello al cerrar los ojos, solo para recordar el tacto con la piel de la rubia, sentir sus manos alrededor de él, sus labios, su todo, cuando al fin se fusionaron como uno. Le producía tanto placer recordarlo como tanta culpa. Abrió los ojos inmediatamente. No podía permitirse el enaltecer ello, él no había actuado correctamente. Al instante la dulce figura y voz de Pamela llegaron a su psique. Lo estaba acuchillando terriblemente el simple hecho que se había besado con la linda morena, como resultado de las consideradas atenciones que ella había tenido con él; no habiendo pasado ni diez minutos de ello, extrañamente estaba en brazos de Michelle.

Inclino nuevamente el rostro con visible pena en él, mientras su mano izquierda recorría de su frente y seguía hacia su cuero cabelludo, echando para atrás el ahora cabello largo. Con una mueca de dolor quiso iniciar con todos los juicios que había realizado en su contra desde el día anterior, ahogarse en culpa, pena y gozo. Antes de ello hizo a un lado la taza de café, miro nuevamente a la ventana para ver la lluvia caer, tomo la pluma. Cerró los ojos y la presiono fuertemente. Era una metáfora o algo así, que esa pluma haya sido el obsequio que Michelle traía el día de ayer hasta su puerta, una pluma para escribir, como si no fuera suficiente saber que ella misma le dio el ánimo y valor para escribir más y más. Abrió los ojos y cerro la mente para nada que fuera su determinación a seguir con el ensayo, apretó aún más fuerza la pluma y comenzó a escribir.

Tenía que aguantarse esa comezón que parecía volverla loca, ese cabestrillo le picaba del codo al antebrazo. "Si no lo usa el tiempo debido, la lesión puede agravarse" había dictaminado el médico. Temprano en la mañana había tenido que ir al consultorio del galeno ya que durante la madrugada experimento demasiado dolor en el brazo. De madrugada su mama la oyó quejarse y a pesar de las objeciones que ponía Michelle, su mama decidió enérgicamente que irían al médico a primera hora por la mañana. Por más que la rubia evito visitar nuevamente el lugar al que Remy la había llevado esa tarde, no tuvo éxito. Cuando entraron el medico la reconoció inmediatamente, lo cual despertó sospechas en su mama.

Promesas RotasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora