Voz

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Él reaccionó lentamente. El aliento de Blitzo en su oído lo hizo estremecerse, pero fue un agradable recordatorio de dónde estaba y qué había pasado. Stolas hizo un pequeño ruido de reconocimiento, algo carrasposo y desde el fondo de su garganta. Stolas notó que sus manos estaban liberadas de las sogas y estas descansaban, palmas arriba, sobre su regazo. Él estaba de rodillas sobre la cama, una posición bastante cómoda para él. No a nivel físico, pero si mental. La venda seguía cubriendo sus ojos y Stolas se relajó más ante ese descubrimiento. Su corazón latía suavemente y su cuerpo se sentía plácidamente agotado. Peor por, sobre todo, su mente estaba lejos de preocupaciones o dudas. Stolas se sentía centrado y en paz.

— ¿Ya estás de regreso? —Los dedos de Blitzo acariciaron su mandíbula para confirmar que sus músculos estaban bien después de usar la mordaza por tanto tiempo.

— Sí... —Stolas respondió, su voz ronca y seca.

Blitzo se movió atrás de él y Stolas pudo sentir un vaso contra su pico. Él separó abrió su boca y dejó que el agua entrase, refrescándolo instantáneamente. Stolas hizo un ligero ruido y el vaso se retiró. Por un momento Blitzo se separó, seguramente dejando lo que quedaba del agua sobre la mesa y volvió con él, acariciando su espalda.

— Te perdimos por bastante tiempo, hermoso. —Blitzo susurró contra su oído— Cada vez caes más rápido.

— Se siente bien... —Stolas admitió— Solo sensaciones y vacío, suspendido de todo lo material... Es agradable.

Blitzo asintió contra su cuello y siguió acariciando su espalda, siguiendo la forma de sus músculos y huesos. Stolas dejó caer su cabeza hacia tras, respirando hondo.

— Lo hiciste muy bien. —Blitzo habló bajo y tranquilo, sin ningún filo peligroso o defensivo en su voz— Tomaste todo lo que te di y lo disfrutaste.

Stolas suspiró con gusto. En esa ocasión la escena había sido alta en impacto y degradación. Stolas lo había disfrutado en exceso. Antes de que la venda cubriese sus ojos, Stolas había bebido de la peligrosa mirada de Blitzo y se había dejado destruir entre cada arrebato y sensación, como si el imp pudiese volverlo algo insignificante y fácil de descartar. Pero en lugar de hacerlo, Blitzo lo había retenido para él. Solo porque quería. Solo porque deseaba. Aún si Stolas no lo merecía. Y había sido perfecto.

Desde el principio y con precisión profesional, Blitzo le había explicado las reglas de ese tipo de encuentros. Ellos siempre acordaban previamente qué ocurriría, qué era lo que ambos deseaban hacer y llegaban a un acuerdo. Stolas había aprendido a no solo aceptar lo que Blitzo deseaba, sino a pedir cosas y admitir aquello que anhelaba probar. Blitzo le había reafirmado que para eso eran esas conversaciones, para hablar sinceramente sin miedo a ser juzgados por lo que deseaban. También el imp le había dejado en claro que todo lo dicho y hecho durante sus encuentros eran una escena, un tipo de actuación donde ellos tomaban roles para satisfacer un tipo de necesidad latente. Stolas sabía que esa era la forma en que Blitzo buscaba expresarle que todas las cosas obscenas y denigrantes que le decía no eran algo que él realmente pensara. Pero Stolas también sabía que, por ende, todas las cosas hermosas también eran una actuación. Este tipo de cosas eran más gratificantes pero también más complicadas que en sus novelas eróticas. Blitzo le había enseñado un sistema simple de señales o palabras para estar seguros. Cualquiera de los dos podía usarlo para indicarle al otro que estaban bien, que necesitaban hablar o debían parar. Stolas había encontrado el sistema reconfortante, más cuando Blitzo también lo usaba para demostrarle a Stolas que no había nada de malo en tomar un respiro o detener las cosas abruptamente. Su imp podía ser muchas cosas, pero sabía cómo cuidarlo. Blitzo lo hacía sentir seguro durante sus encuentros. Por eso Stolas podía desbordarse completo y entregarle todo el control. Y al final venía el cuidado y reafirmación. Cuando la escena terminaba, Blitzo se aseguraba que Stolas estuviese bien, tanto física como mentalmente. Porque lo peor que podía pasar es que algo degradante dicho durante su momento íntimo se quedase bailando en la mente y se volviese algo horrible que carcomiese sus pensamientos. Además, en esos momentos Stolas también estaba encargado de asegurarle a Blitzo que no había hecho nada malo, que su destrucción y crueldad habían sido bien recibidos. Que Blitzo no había sido una mala persona. Stolas amaba esos momentos porque podía ser sincero sin tener que preocuparse de que Blitzo huyese al oírlo hablar con afecto. Porque hacer todo eso era parte de las reglas.

Caer Rápido ¦o¦ Caer FuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora