Complicado

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Blitzo estaba dormido. La película resonó en la habitación y Stolas pensó en apagarla, pero conociendo a su imp, eso lo despertaría. Él contuvo un suspiro y observó el yeso que cubría el brazo de Blitzo. Como demonios, hasta los imps sanaban muy rápido y algo que sería mortal para un humano era temporal para ellos. Pero, aun así, su corazón se encogía al ver a Blitzo herido.

La lógica no iba de la mano con los sentimientos.

Stolas se encontró sonriendo, porque por lo menos esa herida entraba en la categoría «Blitzø siendo Blitzø».

— ¿Qué haremos contigo, cariño? —Stolas susurró acariciando la mejilla de Blitzo y sonriendo al ver como este se movía ligeramente buscando su contacto.

Su celular vibró y él salió de la habitación, mirando por última vez cómo Blitzo ocupaba la mayoría de la cama a pesar de ser tan pequeño a su perspectiva. Stolas se encaminó a la cocina del departamento de Blitzo y revisó quién le había enviado un mensaje. El entrenador de Loona. Bien, eso era raro...

Oh...

El can infernal estaba informándole que Loona estaba actuando bastante extrema y que el gimnasio que había acomodad Stolas cerca de I.M.P. era un total desastre. Por norma general, la mejor opción sería que alguien de la familia de Loona fuese a calmarla, pero nadie sabía de esos entrenamientos. Stolas hizo un espacio sobre el mesón, notando la bolsa media vacía de pasta cacera en forma de caballos y sonrió. Blitzo tenía una familia que se preocupaba por él. Stolas dejó sus guantes, sombrero y algunas joyas ahí porque no deseaba que fueran un obstáculo para lo que tendría que hacer. Él arregló las mangas de su camisa sobre sus codos y dejó su celular también.

Stolas abrió un portal dentro del amplio gimnasio y se encontró con caos absoluto. Todo estaba destruido. Las armas más afiladas estaban clavadas en techo, paredes y el suelo. El espejo en la pared estaba irreconocible y casi inexistente. Loona estaba gruñendo, mordiendo con furia uno de los escudos y destruyéndolo como si fuese latón. Stolas observó a Amarok, el can infernal que entrenaba a todos sus guardaespaldas y servicio de seguridad. Amarok tenía señales de haber luchado contra Loona, pero estaba en una pieza.

El can infernal era uno de los más grandes de su especie y definitivamente de los más estratégicos y fuertes. Amarok le había explicado a Stolas muchas cosas de su especie y la razón por la cual era necesario tener a canes infernales trabajando en equipo y no solos o el cómo ellos reaccionaban a emociones. Toda esa información había sido a favor de darle a Stolas y a su familia el mejor servicio de seguridad. Y si bien él ya no había requerido la presencia constante de guardaespaldas en su palacio, seguía usándolos para cualquier evento o viaje.

— ¿Algo ocurrió recientemente que la pueda tener así? —Amarok preguntó analíticamente.

— Su padre tuvo una herida menor.

— ¿El imp?

— Sí. —Stolas asintió— Pero ha pasado cosas peores en su trabajo.

— Interesante. La dejé desahogar su frustración todo lo necesario. Pero si no se detiene pronto, va a entrar destrucción ciega. —Amarok negó— Alguien cercano a ella debería—

— Me encargaré de reemplazar todo lo destruido. —Stolas miró al can infernal e inclinó su cabeza en forma de agradecimiento— Te agradezco que me avisaras, pero me encargaré desde aquí.

Amarok pareció querer decir algo, pero se encogió de hombros y se retiró. Justo antes de que saliera por la puerta una de las espadas se clavó sobre el marco de esta. Amarok no reacción, pero Stolas negó en silencio. Jóvenes. Tan necesitados de llamar la atención de sus modelos a seguir.

Caer Rápido ¦o¦ Caer FuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora