Desayuno

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Stolas vio a su mayordomo retirarse, cerró la puerta de su habitación y contuvo un suspiro al ver al adormitado imp en su cama. Él se acomodó contra la puerta y cerró los ojos.

Aún no podía creer que pudo perder a Blitzo.

Como un intérprete de las estrellas y sus profecías, estas hablaban con Stolas de manera íntima. Como viejos amigos. Lo que implicaba que el futuro lo favorecía a un nivel preventivo. Jamás era algo exacto y esto no cubría todo. Pero de la misma manera que su instinto se disparaba cuando los suyos estaban en peligro y su transformación demoniaca tomaba control de él para poder protegerlos, su conexión con el destino lo llevaba a evitar lo evitaba. Los infortunios de los suyos eran algo que él podía sentir a un nivel mágico. Un favor entre sus más antiguas confidentes celestial y él. Si no estaba escrito en las estrellas, Stolas podía evitarlo.

Pero hasta ese momento, él creyó que eso solo servía con Octavia.

Stolas sabía que estaba profundamente enamorado de Blitzo. En realidad, era consciente que su flechazo de la infancia había revivido en el segundo en que se él reencontró con Blitzo y desde ese entonces su corazón había caído en una espiral de sentimientos demasiado complicados y perfectos.

Pero seguía siendo aterrador el saber que él había sentido que Blitzo había estado en peligro.

Eso era otro nivel de intimidad.

Stolas había creído que siempre tendría que usar sus poderes para espiar a Blitzo y saber si su imp estaba bien. Lo cual lo ataba demasiado al azar, debido a que no sabía cuándo realmente tendría que confirmar que Blitzo podía o no enfrentar un peligro. Así que su sorpresa había sido titánica cuando sintió en su alma —en su energía vital— que Blitzo lo necesitaba.

Stolas había acudido con furia y destrucción, encargándose de cumplir su juramento hacia Loona y a sí mismo. Si Blitzo realmente estuviese en peligro, ellos estaban ahí para salvarlo. Stolas no podía agradecer su buena fortuna por llegar a tiempo y nadie estuviese herido.

Después de todo eso, Stolas sintió su corazón ablandarse al sentir cómo, a pesar de las obscuras promesas de Blitzo, su imp se había aferrado a él, despojándose de todo control y dominio. Si bien ambos eran versátiles, hedonistas puros cuando se trataba del sexo, en cuestión de control, Blitzo rara vez soltaba su rol dominante. Pero después de todo lo que había vivido contra esos horribles humanos y el peligro que había enfrentado su equipo, Blitzo había confiado en Stolas para desarmarlo y volverlo a armar con el cuidado y reverencia que su imp se merecía.

Claro que Blitzo sería Blitzo, y después de una siesta ronroneando contra su pecho, había despertado a Stolas para hacer válidas sus promesas de juegos más extremos, acomodándose en su rol dominante como si fuese una segunda piel. Stolas siempre se sorprendía de la habilidad que mostraba su imp y el enorme rango de placeres a los que doblegaba a Stolas. Porque mientras su cuerpo era sometido al extremo del dolor y el placer, Blitzo lo había bañado en halagos, reverenciando su apariencia más peligrosa e intimidante, aquella que hasta otros de su clase sabían respetar y temer. Pero no Blitzo, su imp tomó la oportunidad entre una placentera tortura y otra para dejarle saber que no había aspecto de Stolas que no quisiera poseer.

La puerta a su espalda sonó una vez más y Stolas notó el segundo intento de Blitzo por despertarse estaba en proceso de iniciar. Él contuvo una sonrisa y abrió la puerta, viendo a sus sirvientes desfilar en su habitación, abriendo las puertas del balcón y acomodando ahí una mesa, un largo sillón elevado y diferentes platillos de comida. Blitzo saltó de la cama y sin una pizca de vergüenza frente a los extraños, caminó hacia el baño con su ropa en su brazo. Stolas agradeció al personal por preparar todo y cuando ellos se fueron, él buscó su medicamento, tomando la dosis necesaria y se encaminó hasta recostarse en el sillón, acomodándose ahí a lo largo y dejando solo uno de sus pies tocando el suelo. Stolas se preparó un té y observó cómo Blitzo llegaba, al parecer decidiendo que no valía la pena vestirse más allá de su ropa interior. Él sonrió al ver a su imp usar su pierna como punto de apoyo para saltar al sillón. Stolas le había encontrado gusto a este particular sillón alto porque Blitzo podía sentarse en este y estar a la altura cómoda de la mesa mientras que Stolas recogía una de sus piernas para que su imp la usara de espaldar y la otra la descansaba en el regazo de Blitzo, dejando su tobillo sobre el apoya brazo.

Caer Rápido ¦o¦ Caer FuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora