Masaje

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Había sido un día estresante. Bien, eso era ponerlo ligero. Lo que había sido era uno de los peores días de su adultez.

«El peor.» Blitzo corrigió.

Porque esta vez no solo él había estado en peligro y no solo su vida se había jodido. Toda su familia había estado en la línea. Por si eso fuese poco, había tenido una maldita alucinación que había agarrado cada una de sus inseguridades y las había puesto en su cara, hiriéndolo desde todos los ángulos posibles.

Sus culpas de la juventud.

Su fracaso en el amor.

Sus errores del presente.

La posibilidad de perderlo todo. Hasta su familia.

Stolas había tenido razón, Moxxie era importante para él. Maldita sea, de todos los fantasmas que lo habían atormentado, ver a Moxxie ahí había sido uno de los golpes más fuertes que pudo tener.

En un inicio él creyó que Moxxie solo representaba su rol —fracaso— como jefe, pero rápidamente fue obvio que era mucho más. Aterradoramente más. El tipo de peligro que se cimentaba en sus amigos y familia. En aquellos que había escogido —deseado— mantener cerca y que podía darle la espalda. Nada ataba a Moxxie hacia él. En realidad, si él decidía irse, se llevaría a Millie con él y Blitzo no tendría más opción que aceptar.

Él solo estaba esperando que ese día llegase...

Y Stolas...

Joder, Stolas...

— Voy a comenzar ¿Está bien?

Blitzo asintió, sintiendo los largos dedos del príncipe deslizarse sobre su espalda, haciendo un recorrido fantasma que lo estremeció. Stolas hizo un pequeño sonido complaciente y continuó tocándolo, recorriendo sus músculos como cientos de veces antes de esa. Pero esta vez Blitzo sabía que todo era diferente. Por lo menos en ese momento no había bordes afilados entre ellos.

Eso era aterrador.

Eso era todo lo que él había deseado.

Pero no se merecía.

Stolas había llegado en el momento en que Blitzo se había puesto como muro entre su familia y sus enemigos. Si los suyos salían heridos solo significaría que su cuerpo había dado todo de sí porque él había muerto. Blitzo había aceptado esa opción sin miedo. Pero el príncipe había decidido algo diferente. Tal vez no había estado escrito en las estrellas que Blitzo muriese ese día. Stolas, aterradoramente increíble, usando sus poderes por encima del entendimiento de cualquiera y destrozando todo en su paso. Stolas, en su forma más peligrosa que había despertado miles de lujuriosos pensamientos en Blitzo en su momento de sobrevivencia más baja. Stolas, tomando su rostro, sinceramente preocupado —¿Actuación? Imposible. Eso no podía ser una actuación ¿O sí?— y haciendo sentir a Blitzo que estaba a salvo.

¿A eso se refería Stolas cuando lo describía como su caballero en brillante armadura?

Porque Blitzo había sentido que fue como ver a un cruel dios retorcer el universo solo por un imp como él y eso se había sentido tan bien. No por el poder, sino porque por un segundo Blitzo se sintió a salvo porque la muerte era su amado.

Y eso era aterrador.

Stolas, regañándolos por sus terribles decisiones, pero jamás tratándolo como un estúpido. Porque maldita sea, Blitzo había estado listo para oír el mismo discurso que oyó toda su infancia, pero en otro tono. Lo decepcionante que Blitzo era, lo inútil que era, el cómo no podía hacer nada bien. Pero Stolas, aún autoritario y elegante, solo señaló que ellos debían tener cuidado. Porque tenía razón. Stolas les estaba permitiendo hacer algo extremadamente ilegal. No solo Blitzo y su equipo se meterían en problemas, sino Stolas.

Caer Rápido ¦o¦ Caer FuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora