Edmund:
Actualidad:
—Listo, terminamos por hoy. —Me pongo de pie.
—Per- —Ambos se quejan y comparten una mirada furiosa por coincidir.
—No has contado todo abuelo. —Reprocha Bronwynn.
—Continuare la historia después, ahora quiero ir a ver a mi esposa. —Doblo la mesa dirigiéndome al pasillo.
Noto un puchero e en el rostro de mi nieta.
—Descansen.—Les ordeno.
Escucho la leve discusión que presentan al alejarme y cuanto más lo veo, más largo luce el pasillo, odio no tener la rapidez de antes para llegar junto a ella.
1970:
—¡Mocosos malcriados! —Grita el hombre de las sandias que se hallan en el suelo. —¡Se donde viven!
Raúl se ríe conmigo y mientras el le saca el dedo del corazón, yo me disculpo con el.
—¡Lo lamento, llevamos prisa!
—¡No te quedes atrás, idiota, o nos regañaran!
Saltamos la cerca de la zona posterior, la cual nos da un ingreso a la academia, entramos a la cocina con las bolsas de pan encontrando a las chicas que se encargan de realizar la comida de cada hora.
—Justo a tiempo. —Pronuncia Mary agarrando la bolsa que yo llevo y me da una larga sonrisa. —Gracias, Ed.
Raúl me golpea el brazo con el codo cuando ella se gira, aparto su brazo y escucho su voz antes de retirarme.
—¡No aprovechas lo que te da la vida!
(***)
No soy de espiar a los bailarines durante sus horas de trabajo, estoy aquí para hacer el mío, pero la bofetada que se escucha me hace parar en seco en la mitad de los pasillos.
Es una institución con historia y la tolerancia no es una de ellas.
Menos si se trata de la dueña del bastón y la que ahora mismo a abofeteado la mejilla de una de sus estudiantes.
—¡Hazlo de nuevo! —Exige furiosa.
Los ojos de la chica pelirroja se llenan de lagrimas.
—Bailarinas débiles no deseo en mi escuela. —Habla claro. —Ahora, límpiate esas lagrimas y no regreses hasta que puedas estar parada frente a mi sin llorar.
La muchacha corre cruzándose conmigo y al pasar me da un golpe, la mujer del bastón nota mi presencia y camina en mi dirección, sin embargo cuando espero un reclamo, lo que hace es detenerse en la puerta y la cierra de golpe justo en mi cara.
No le tomo importancia y me volteo, pero lo oigo.
—Lorena. —Capto el nombre. —Levántate y demuestra como se hace.
Me acerco a la puerta interesado por el nombre y lo primero que veo son las vueltas que realiza la que parece una muñeca de porcelana, rubia y de piel muy blanca.
La puerta no me ayuda y me acerco por las ventanas, sin embargo otra vez no logro ver nada, porque la misma mujer camina hacia las ventanas y cierra las cortinas.
Trago saliva encontrándome con sus ojos y me retiro del lugar.
(***)
Lorena.
No se si me llama la atención la chica o si es porque el nombre lo escucho más veces al día que mis ordenes dadas.
Pocas cosas se de ella durante toda la semana y sin haber cruzado más que miradas cortas, no habla mucho, pero no tiene una mirada tímida, sus padres son ausentes , pero le tienen pagado la academia.
Tiene un novio.
Un novio que le trae distintas flores cada miércoles, lo se porque hoy miércoles ha vuelto a traérselas, aun así ya debería saber que sus gusto son los girasoles, los mismos que le cambian la cara cuando ella los ve.
Es su novio y no nota eso.
—Lorena ¿Eh? —Pronuncio mirando las nubes que se forman arriba de mi cabeza.
Me encuentro en la azotea disfrutando de lo que es mi descanso mientras estoy acostado sobre el suelo, es mi lugar desde que me encargo de la limpieza de este y soy el único que tiene las llaves, escucho la voz de Raúl llamándome desde abajo y la ignoro con una sonrisa, estoy cansado de sus intentos de involucrarme con Mary.
Los ojos se me cierran, quiero relajarme al menos unos minutos, pero la puerta de la azotea que se abre va en contra de lo que quiero.
Alguien entro.
Me asomo captando a la persona.
La bailarina lleva un moño en su cabello y su traje de practica puesto, ella corre hacia el filo, apoyándose con ambas manos sobre la baranda de cemento.
Veo su espalda y...
Es ella..
No termino de procesarlo hasta que veo lo que esta por hacer apoyándose en la baranda con las manos.
—Te caerás. —Hablo lo suficientemente alto sobresaltándola y se gira en mi dirección sorprendida.
Las mejillas las tiene secas, pero sus ojos aguantando lagrimas que caen al verme.
Es ella.
Es Lorena.
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Hasta la Eternidad
RomanceLorena y Edmund son la prueba viviente de que el amor lo sobrepasa todo. Sin embargo, su amor necesitaba una última prueba.