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1970:

Edmund:

Siento un golpe suave en mi espalda mientras barremos el patio y me volteo solo para ver a Raúl con la escoba en la mano.

—Hey.

—¿Dónde estuviste anoche? —Junta las cejas y me observa con una mirada perversa. —Tu cama estuvo vacía toda la noche. ¿Acabas de llegar?

—Eso no te incumbe.

Sus ojos se abren mucho, ríe y con la misma escoba me señala.

—Ya, dime.. ¿Estuviste con Lorena?

—Dije que no te incumbe. —Dejo de barrer y le señalo también con la escoba, Raul golpea el palo de esta con la suya y se pone en posición de esgrima.

Una risa se escapa de mi boca y hago lo mismo.

—Te voy a obligar a decirme.

—Claro. —Suelto con sarcasmo.

Escucho suspiro de las chicas que también se encuentran en el patio.

—¿Acaso tienen 5? —Nos dicen algunas.

—Pónganse a limpiar o nos regañaran.

Me rio y eso se acaba cuando las veo rígidas u otras metiéndose dentro de la casa de estudio, me vuelvo hacia la puerta donde algunas miradas permanecen y veo a las estudiantes de ballet llegando.

—Ya llegaron ¿Lo ven? Apresúrense.

Algunas escapan a la cocina y otras área, pero yo me quedo igual que Raúl, mi atención de él se retira para dirigirse a la puerta donde mi mirada encuentra la de Lorena.

Recibo un "Escobazo" en el hombro.

—¡Hey!

—Te perdí por un minuto. —Ríe Raúl

Mary observa malhumorada a Lorena y sigue regando las plantas, dándonos las espaldas a todos.

Lorena se queda de pie unos minutos hasta que la apuran empujándola al salón de clases y la última mirada suya y la dirección donde me señala, me dice que desea verme ahora.

—¿A dónde vas? —Me suelta Raúl cuando ya estoy marchando.

—No te incumbe, dije.



(***)



Parece un juego del gato y el ratón mientras la persigo por los pasillos, nos cruzamos con más de un estudiante y ella se voltea de vez en cuando hasta que se mete a un salón vacío.

Respiro profundo, sintiendo como el corazón me martillea, cuanto hasta tres parar abrir la puerta y unas manos me terminan cubriendo los ojos por detrás.

Lorena me suelta enseguida y me vuelvo hacia ella, sonríe con una sonrisa gigante y me abalanzo a sus labios, apretando sus caderas contra las mías.

Ella jadea y tengo sus manos en mi cara, mi cuerpo exige acariciarla y eso mismo hago, hasta que debemos romper el beso.

—Hola.—Me saluda.

—Hola.—Le contesto.

Vuelvo a besarla.

—Te extrañe. —Pronuncia sobre mi boca.

—Acabo de irme.

—Si... yo.. —Las mejillas se le sonrojan. —Eso sonó muy cursi.

Hasta la EternidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora