Capítulo Final:
1970:
—¡Lorena!. —Los gritos de mamá desde el primer piso, al pie de la escalera, aturden mis oídos.
Hago que la ignoro y le doy una última mirada a mi habitación, respiro profundo con la mano sobre la manecilla de la puerta y salgo cerrándola, empiezo mis caminos escaleras abajo, el vestido me roza bajo las rodillas y empiezo a sentir calor gracias al abrigo que llevo conmigo.
Mi madre me recibe acomodándome la prenda.
—¿Sera realmente necesario?
—Es invierno y sentirás la temperatura más baja cuando llegues . —Sonríe soltándome. —¿Nos vamos?
Sale subiendo al coche y intercambio una mirada con mi padre, quien me da una sonrisa débil y me da el pase con la mano extendida.
—Después de usted, señorita.
—Papá...
Reímos y ambos subimos seguido de mamá.
(***)
—¡14 minutos, 14 minutos! —Anuncia uno de esos hombres paseándose por la estación de tren.
Los pasajeros se apresuran y mis ojos no dejan de observar los costados, desde las familias que se despiden hasta las parejas que se prometen volver a encontrar.
—¿Qué estamos esperando? —Suelta incomoda mamá.
—Basta. —Le pide mi padre y suspira acercándose a mí, mientras yo no quito los ojos de los alrededores.
Me toma de los hombros.
—Creo que deberías ir subiendo, cariño.
—Aún no está aquí.
El relaja los hombros, ambos miramos a mamá.
—No me observen así, no he hecho nada. —Asegura. —Teníamos un trato, Lorena.
—Lo sé, mamá y por eso mismo sé que llegara.
Vuelven a anunciar el tiempo y sigo esperando con ellos, hasta que...
—¡5 minutos!
—Cariño...—Me llama mi padre.
Me vuelvo hacia el con la vista adolorida. —Vendrá, yo sé que vendrá.
—Cariño, sé que eso quieres.
—Quizás se retrasó, pero sé que vendrá, estoy segura que lo hará.
—¡3 minutos! —Anuncian de nuevo y quito la mirada de todos lados, solo para observar a papá.
—Lorena, cariño, lo siento tanto.
Me guardo mi dolor y trago saliva, volviéndome hacia el tren.
—Lorena. —Me llama papá y me giro para darle un abrazo, donde acabo sollozando contra su pecho.
—Gracias, papá. —Pronuncio y el me abraza más fuerte.
Observo a mamá y una línea cubre mis labios.
—Me voy. —Les digo y mirando a mi padre una última vez, subo al tren.
¡Última llamada, última llamada!
Cierro los ojos y camino por el pasillo angosto, buscando el número de mi vagón.
Golpean la ventana sobresaltándome y una mujer grita, mis ojos se vuelven hacia la dirección del ruido y pegado a la ventana, esta él.
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Hasta la Eternidad
RomanceLorena y Edmund son la prueba viviente de que el amor lo sobrepasa todo. Sin embargo, su amor necesitaba una última prueba.