1970:
Lorena:
Los rayos de sol me queman los parpados y mis ojos se abren, me cubro la frente con la mano y siento el cansancio en la espalda, estamos en la azotea y Ed me ha permitido descansar.
—¿Me quede dormida?
Ed ríe. —Si.
Bostezo y me incorporo sentándome.
—¿Qué hora es?
—Aun tienes tiempo, lo siento si...
—No. —Le interrrumpo con una sonrisa. —Necesitaba cerrar los ojos un segundo.
Me devuelve el gesto.
—¿Quieres escaparte hoy? —Le ofrezco y obtengo una sonrisa como respuesta.
Edmund se me acerca, pero antes de que su boca toque la mía, las puertas de la azotea se abren y ambos nos giramos.
Actualidad:
Edmund:
—Papá...—Sarah parpadea al verme en la que es su oficina y mis ojos lo único que observan son los alrededores. Las grandes paredes de mármol pintadas de colores claros y sin rastro de madera más que los muebles o la biblioteca.
—Dejanos solos, por favor. —Le pide a la mujer que me hizo ingresar, ella se retira y me quedo a solas con mi hija.
—Esto es... es una sorpresa. —Y se ve muy sorprendida. —¿Qué haces aquí?
Sarah se cruza de brazos.
—Digo, no es reproche, pero me echaste de la casa y estas aquí, es extraño.
¿Empezaremos por ahí?
Un silencio nos rodea y ella agrega agotada. —¿Por qué has venido, papá?
(***)
El viaje de regreso solo me deja con ganas de ir directo a la cama, sin embargo, me dirijo hacia los girasoles, donde mi esposa se encuentra regando sus amadas plantas, a su lado esta Eli e intuyo que mi nieta y su padre se encuentran dentro de la cabaña, preparando la cena por lo tarde que es.
No sé si haber ido a visitar a mi hija fue la mejor decisión que tome, pero por el bien de Lorena, lo debía intentar, y aunque Sarah no actuó como merecía actuar en su situación y después de botarla de mi propiedad, , aun así estuve lejos de obtener una respuesta.
Respiro profundo dirigiéndome al lugar y Eli pone los ojos sobre mí.
—No. —Le hago señales con las manos para que no me llame.
—¡Señor Ed!
Tarde, Lorena ya se giro con la regadera en la mano.
Trago saliva y camino hacia ellos.
—¿Cómo estuvo su viaje, señor Ed? —Pregunta Eli cuando me paro frente a mi esposa y fuerzo una sonrisa.
—Bien.
Miro a Lorena, quien espera una explicación y le doy una señal a Eli de retirarse, aunque él lo hace antes de captarlo.
La miro regar los girasoles, mientras mis pasos se mantienen a tres de los de ella, Lorena camina en silencio y el único ruido que me llega son los chorros del jarrón cayendo contra el suelo.
—¿Me dirás como te fue?
—Amor mío...
—¿O al fin estás listo para hablar conmigo, Ed?
Me acerco a ella, rodeándola.
Su mirada cae sobre mí y baja el jarrón, observándome con una expresión que no puedo descifrar, aunque la preocupación se acerca.
—Dime que ella no...
—No. —La interrumpo. —Incluso me sorprendí...
—¿Entonces qué pasa, Ed? —Empieza a interrogarme. —¿Por qué fuiste a ver a Sarah?
—¿Por qué? —Repito y tomo aire. —Lorena, ya debes saber que todo lo que hago es por ti.
—Y lo sé, pero Ed.... No busques complacerme solo a mí. —Me pide con una leve sonrisa. —Sino a los dos... y yo estoy feliz aquí, contigo a tu lado..
Una sonrisa leve cubre mis labios, acerco sus nudillos a mi boca y los beso.
—Vivamos intensamente desde ahora, Lorena.
Ella ríe. —Hagamos eso.
Escuchamos que nos llaman desde la cabaña y me sorprende la voz de mi esposa al gritar que ya nos dirigimos hacia allá.
—Lamento si vine con las manos vacías.
—Lo intentaste y eso.—Me toca el rostro y me besa la mejilla.—Es lo que más he amado de ti.
Aun así, me gustaría hacer más por ella.
Tomo su mano y la aprieto.
—Pero puedo hacer que nos escapemos mañana.
Ella ríe.
—¿A dónde?
—Es una sorpresa.
—No puedo esperar.
Hola...
Lamento no haber actualizado esta semana, me enferme en navidad y apenas me estoy recuperando.
Espero que la hayan pasado increíble y que la bendición llegara a sus hogares.
Nos leemos.
>>Yiemir.
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Hasta la Eternidad
RomanceLorena y Edmund son la prueba viviente de que el amor lo sobrepasa todo. Sin embargo, su amor necesitaba una última prueba.