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Actualidad:

Lorena:

—Deberías..

—Si me dices descansar, te pegare, Ed. —Levanto mi brazo y sus ojos pasan a estar llenos de sorpresa, enseguida se rie.—¿Qué? ¿Piensas que mi edad...

—Claro que no... pero deberías, hoy...

—Vamos a hablar ¿No?

Me observa callado.

—No evites esta conversación o la próxima vez no volveré. —Le prometo.

Observo como pasa la saliva.

—No lo hago.

Respiro profundo antes de seguir.

—Soy tu esposa.—Hago una pausa.—Recuerda eso cada vez que sientas en necesidad de ocultarnos algo solo para no dañar al otro.

Me acerco a él y tomo su mano, aunque mi nieta y su padre hayan llegado y nos observen detrás de Ed, aún estamos en el patio después de haber llegado, Eli que está al lado de la camioneta, se acerca a Brownyn.

Ed sonríe.—Eso lo sé bien, Lorena.

—Entonces...

—Pero lo digo en serio, no tratando de huir, mañana hablaremos, hoy no...

Mi mano suelta la suya, una parte de mi lo sabía, pero hay algo más.

—Creeme.—Pide.

Me trasmite más confianza que antes.

—Han sido muchas emociones por hoy.

Paso saliva y asiento después de varios segundos.

—¡Abuela!

Brownyn llega a mi lado y la recibo en brazos, la estrujo con fuerza y le cojo de los hombros para separarla.

—Tenías demasiado preocupado al abuelo y a nosotros.—Observa a Ed y a su padre, luego vuelve a mirarme.—No vuelvas a causarnos esos sustos, abuela.

Me abraza y correspondo el gesto cariñoso.



(***)



Después de la comida y el baño con el que Ed me ayudo, me encuentro sobre la cama, con mi esposo secándome el cabello canoso, sacude con suavidad junto a la toalla y me rio por el desastre que ocasiona al verme en el espejo.

—Nunca has sido bueno con esto.—Intento quitarle la toalla, pero la retiene.—Por algo yo alistaba a nuestra hija, Ed.—Me quejo riendo.

—Me gusta hacerlo y consentir a mi esposa, sé que te gusta que haga esto.

Me rodea por detrás y toma asiento sobre la cama, observo su imagen en el espejo que nos refleja y muevo la cabeza como me lo indica ayudándolo.

No insisto en hablar esta noche y Ed tiene la misma mirada convencida que tenía cuando me lo pidió al llegar, el silencio llena nuestra habitación matrimonial y de un momento a otro me indica que ha acabado, me mira por el espejo y se mantiene serio.

—¿Qué pasa?

Me besa en la cabeza y deja la toalla a un lado.

—No pasa nada.

El baja de la cama, pero le sujeto del brazo y mi mirada encuentra la suya, vuelve a sentarse y me volteo sentándome delante suyo.

—¿Te asusta mirar el espejo?

—El tiempo es el que asusta.

Sonrio despacio, los ojos me dicen cómo se siente y espero paciente a que se recupere.

—Es gracioso ¿No? Apenas ayer impedías que me lanzara del techo. Me salvaste...

—Tú lo hiciste conmigo.

Me rio.

—Fue un ayer muy lejano.

—Sí, lo fue. —Confirmo.

Su pecho se infla con la respiración.

—Te amo, Lorena. —Promete mirándome a los ojos.

—Y yo te amo a ti, Ed.

Sus labios tocan los míos y los besos de Ed me saben a los de siempre, dulzura, cariño, amor, éxtasis.

Mi respiración ya no es la de antes, mi fuerza tampoco, pero mi amor por el sigue siendo el mismo y mis sentimientos salen de los más profundos.

Escucho su respiración, su corazón latiendo a mi ritmo, correspondiéndome, mi cuerpo se sigue erizando a pesar de ser marido y mujer, y tener esa confianza de todos estos años, las emociones que me provocan me ruborizan las mejillas y el cuerpo, los latidos crecen y empiezo a desear sus manos en todas partes.

El me complace tal y como siempre, me regala la mayor sensación de todas y la que deseo seguir experimentando hasta el final de nuestros días juntos.



(***)



Estoy sola en la cama cuando despierto, me coloco la bata y busco mis zapatos, arrastrando los pies descalzos en el suelo, los hallo y me levanto, envuelvo el cordón de la bata en la cintura, cubriendo mi cuerpo y salgo de la habitación.

—Abuela, buenos días. —Me saluda mi nieta desde la sala.

Eli y Jack parecen tener una conversación curiosa en la cocina, aunque parece más que Jack le da órdenes al muchacho de cómo preparar la comida, aunque el padre de mi nieta parece más aprovecharlo.

Porque será.

Suspiro y observo a Brownyn, hace los movimientos dando giros perfectos y le aplaudo.

—Lorena.—Me llama Eli.

Me volteo y viene hacia mí.

—Aquí tienes.—Me entrega una taza de té.—¿Dormiste bien?

No sé porque la cara me arde, aunque Eli no lo nota.

—¿Ed? No lo veo por aquí.

Miro hacia la puerta y regreso mis ojos a Eli.

—¿Dónde está Ed, Eli?—Insisto.

El duda y mira a Jack, quien disimula cortando los tomates en rodajas.

Eli suspira volviéndose hacia mí y Jack da la espalda hacia las hornillas de la cocina.

—Eso...

Hace una pausa.

—Fue a visitar la señora Sarah.

Hasta la EternidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora