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1970:

Lorena:

Las clases se han vuelto más pesadas ahora que en esta presentación se ha incluido a un grupo de chicos, lo cual se necesita para una obra como "Romeo y Julieta" y soy profesional ante todo o trato de dar esa imagen, sin embargo...

Tropiezo para mi mala suerte, o mejor dicho me hacen tropezar y mis compañeras se ríen.

—Pisa bien la próxima vez.

Respira, Lorena.

Solo respira.

Y si eso no fuera poco, mi "Romeo" no me ayuda ni a pararme, que es lo que un caballero haría según mi madre.

Me pongo de pie sola y me acerco a él continuando con la rutina.

—¿Qué haces? —Me reclama.

—Tranquilo, solo me caí. —Reprocho.

—Pues pisa bien. Vendrán escuelas de todas partes y no necesito que una novata me haga ver mal. —Me mira de arriba abajo. —Cuida tus pasos, Lorena.

Alzo las cejas y me quedo con la boca abierta.

"No entiendo como es la mejor así" —Se burla el con sus amigos.

Nunca me creí la mejor aunque esos títulos siempre me los pongan, pero no lo hago mal, de eso estoy segura..

Sin embargo, cuando te sabotean.

Respiro mirando a mis compañeras, que no me dejan de observar riendo, algunas hacen gestos y otro me lanza el dedo del corazón.

—¡Lorena! —Mi maestra llega tomándome del brazo. —¿Qué estas haciendo? —Habla más bajo. —Concretare. —Observa al individuo que escogió como mi romeo. —No lo traje de tan lejos para que actúes de ese modo.

Respiro profundo.

—¿Entendiste?

—Si. —Miro a "Romeo", furiosa. —Entendí.



(***)



Me sobresalto al sentir la caricia de Ed en mi hombro y parpadeo confusa.

—Estas distraída.

Vuelvo a parpadear y Ed me acaricia nuevamente en el mismo lugar de antes, donde la profesora me tomo del brazo.

Tengo la piel bastante sensible, con un jalón las marcas quedan y esta no es la excepción.

—¿Qué paso?

—Cometí un error. —Mentira, Lorena.

No quiero que se preocupe.

—No es nada, ella solo...

—¿Está siendo abusiva?

—¡Claro que no, Ed!

Me mira inseguro.

Aparto el brazo y pongo mi mirada en frente, estoy en la terraza con él, sentada sobre el suelo y cambiar de tema ahora, solo me hace sospechosa.

—No quiero que te preocupes, así es esto.

—No quiero ser un novio que exija explicaciones, pero creo que estoy en derecho de pedirlo si te veo de ese modo.

—Ya dije que no es nada.

Respiro profundo.

—Tengo que hacerlo bien, esto es importante para mí, Ed. —Le soy honesta. —El ballet no es fácil y este moretón es uno pequeño de muchos que he tenido.

No dice nada.

—Confía en mí.

—Lo hago.

—De acuerdo. —Suspiro. —Pero hablemos de algo más...

—¿Qué?

—¿Acabas de decir novia? —Pregunto emocionada y él se sonroja.

Lo abrazo y ambos reímos.





Actualidad:

Edmund:

—Lo recuerdo.

Ella sonríe despacio.

Y trago duro. —Pero es un tema que acordamos no tocar, aunque sea parte de nuestra historia, nosotros...

—No queremos recordar cuanto dolió.

Paso saliva.

—Estuve de acuerdo entonces, pero ahora entiendo que yo también le estaba huyendo y contigo. —Responde mi esposa. —Hicimos las cosas mal desde ahí.

No me gusta el tema de conversación y por donde va, solo... necesito que ella regrese.

—Lorena...

—Aunque nos dolió es nuestra historia, Ed.

—Me gusta más la historia que estoy formando ahora contigo.

—Deberías amar las dos.

Mi mirada baja.

—Y tú y yo como en ese momento y el tú de ahora, no deberíamos huir de cómo nos sentíamos.

Las palabras no me salen.

—No quiero eso.

Calla, observando las vías.

—Tal vez tengas razón.

—La tengo.

—Siempre quieres tenerla.

Por primera vez desde que la encontré, ella me sonríe.

Respiro profundo observando lo hermosa que es antes de hacer la pregunta.—¿Volverás conmigo, Lorena?

Sus ojos profundos se posan sobre los míos, un dolor se mantiene en mi pecho y mi miedo por su elección está golpeando mi viejo cuerpo.

Pero entonces Lorena sonríe. —Yo jamás podría dejarte, Ed.

Reacciono tan rápido que solo me doy cuenta cuando ya la estoy rodeando con mis brazos, pego su cabeza contra mi pecho y el corazón me sigue latiendo tan rápido que de seguro lo escuchara.

—Bien, porque yo nunca te dejare ir.

Los ojos se le llenan de lágrimas.

—Pero podemos prometer decirnos todo ... que me digas cómo te sientes, sin miedo a dañarme.

—Hablémoslo eso en casa, Lorena. —Le pido.

—Ed...

Aprieto los puños.

—Yo no... no puedo hacerlo aquí.

Sus ojos me observan y su boca permanece sellada.

—Entiendo.

Asiento despacio y ella me coge del rostro, así como la abrace me doy cuenta de la lagrima que se me cae hasta que ella ya está limpiándolo

Tomo su mano, temblando y con las venas marcando, la mano que he tomado toda mi vida, la única mano que quiero seguir tomando y la que nunca más deseo descuidar.

—Volvamos a casa, Ed.

—Volvamos, Lorena.

Hasta la EternidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora