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1970:

Edmund:

Nunca había estado tan cerca de una bailarina como ahora y probablemente eso me traería problemas si la dueña o quien sea me viera en esta situación con una dama.

Pero no me importa, no ahora cuando la veo y tan confuso a hacerlo de la distancia, porque si, la he visto.

—T-

Apenas me doy cuenta que la tengo sujeta de la muñeca cuando ella me lo aparta de golpe, se vuelve hacia el balcón y...

—Dije que te caerás. —La detengo cuando intenta subir.

Se mueve inquieta y mis brazos acaban sujetando su cintura, mientras la llevo contra mí.

—¡¿Qué hace?

—¡Evitando que cometas una tontería!

—¡Ya suéltame!

La aprieto más fuerte contra mi cuerpo y me rasguña las manos, patalea como una niña y no pienso soltarla, lo comprende y entonces se tranquiliza, más no la suelto.

El corazón me late muy fuerte por el reciente acontecimiento y respiro profundo, no sé si debo soltarla o no y cuando me lo pienso, me doy cuenta de la posición y que mis manos envuelven su cintura delgada.

Mierda.

—Voy a soltarte.

—Al fin.

—¿Prometes no intentar lanzarte al vacío? —Ella no responde y vuelvo a apretarla.

—Lo prometo, ya...

Alejo mis manos, levantando ambas y ella se gira en mi dirección con las mejillas coloradas, noto que he manchado su cintura con el polvo de mis dedos.

—No hacía falta...

—¿Puedo preguntar que hacia?

—Intentaba lanzarme, tu qué crees.

—Me esta tuteando.

Ella calla.

Tomo un respiro. —No creo que piense bien las cosas, señori...

—Lorena. —Me interrumpe. —Mi nombre es Lorena.

De acuerdo.

—Lorena...—Pruebo el sabor de su nombre en mis labios. —¿Por qué iba...?

Sus ojos se cristalizan y los míos se abren mucho.

—No es que te importe... solo...—Voy a hablar, pero se adelante. —Soy un desastre.

Alzo las cejas.

—No soy lo suficiente y no doy lo que debo dar, mis padres se averguen....—Hace una pausa. —Quería una solución rápida y ya.

—¿Lanzándose al vacío?

—Al menos dejaría de ser una decepción.

No me mira y tomo un respiro, antes de empezar a hablar.

—No eres una decepción.

—¿Qué?

—Ya me oyó... —Hablo enseguida. —La he visto bailar, no es una decepción.

—Mi maestr...

—¿Qué importa lo que ella diga?

Arquea una ceja. —Es mi maestra, sabe de lo que habla...

—Yo también lo sé y no es una decepción, es de las mejores bailarinas que he visto.

—¿Con que seguridad dices eso? ¿Estudiaste Ballet? No puedes asegu...

Hasta la EternidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora