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1970:

Lorena:

—No estoy segura de dejarte sola en casa. —Replica mamá con una ceja alzada.

—Tengo entrenamiento mañana temprano, otro recital se acerca así que...—Vaya, estoy mintiendo, no del todo, pero si es una mentira. —Puedo ir a cambiarse si eso quieres...

—No. —Me interrumpe. —De ahí soy yo quien lidia con esa profesora.

Mamá suspira.

—Duerme temprano. —Ordena, dirigiéndose al perchero detrás de la puerta, ella coge su saco y se lo pone, junto a una chalina que envuelve en su cuello. —¿Entiendes?

—Lo sé, mamá.

Papá le abre la puerta y se acerca a mí.

—¿Qué? —Parpadeo.

—Conozco a mi hija, es todo.

Trato que no se me note el sonrojo al recordar lo que tengo planeado.

—Estaré bien.

Me abraza sin pedir más explicaciones y yo le correspondo el gesto.



(***)




No dejo de dar vueltas en mi habitación o incluso me asomo por mi ventana, pero no hay nadie en el piso de abajo.

Respiro profundo y ..

Los golpes en mi ventana me hacen correr hacia ella, retrocedo cuando una piedra golpea la luna y abro enseguida, encontrando a Edmund.

—Shh. —Llevo el dedo a mis labios, pidiéndole silencio.

El mira a ambos lados. —Creí que dijiste que estabas sola. —Habla en voz baja.

—Tengo vecinos. —Le recuerdo.

Respiro profundo y le hago una señal de que espere.

—Voy e..

Pero Ed me sorprende escalando el árbol al lado de mi ventana, reacciono abriéndola todo y le llamo la atención.

—Pero que haces... ¡Te caerás! —Me cubro la boca recordando a mis vecinos.

—Shh..

Quito las manos y ruedo mis ojos.

—Gracioso.

—Lo es. —Ríe despacio. —Me dejaras aquí afuera o me dejaras entrar, está haciendo frio.

Me hago a un lado y le doy espacio para que ingrese.

Ed logra ingresar con dificultad, se tambalea y tengo que tomarlo del brazo para evitar que se vaya para atrás, y se rompa algo por la caída.

—Esp..

Lo atraigo hacia mí y mi cuerpo choca al suyo.

—No hagas esas cosas..

—Hola.

Abro los ojos y una leve sonrisa cruza mis labios, esta tan cerca que la necesidad de besarlo me ganas y me paro de puntillas, alzándome hacia él.

Lo beso despacio y me retiro dejándolo sorprendido.

Ed me sonríe y vuelve a besarme, permito que mis ojos se cierren y de un momento a otro ya no estoy de pie, sino sobre la cama y el sobre mí.

Su cuerpo me presiona y sus manos a su vez, hacen lo mismo con mis curvas, jadeo y él se da cuenta retirándose.

—Lo siento, no...—Hace una pausa, mirándome jadeante sobre mí. —No quise faltarte al res...

—¿Por qué te detienes?

Me observa con sorpresa y la cara me arde.

—¿Estas segura de esto? —Se apresura en preguntar preocupado.

Asiento.

—Si te hace sentir más tranquilo te diré cuando parar. —Aunque no deseo hacerlo. —Si es que lo deseo.

Un rubor cruza el rostro de Edmund y me resulta adorable, me inclino atrayendo su rostro y lo beso, mientras el cuerpo vuelve a ejercer presión sobre mí.

—Lorena...

—No pares. —Le pido. —No dejes de besarme.





Edmund:

El teléfono comienza a sonar, lo escucho desde el jardín y llamo a mi ayudante. —Eli.

—No se preocupe, yo voy. —Llega dejando la leña al lado, mientras continúo ocupándome de los girasoles.

Eli corre hacia la cabaña.

Y mis pensamientos regresan a mi esposa.

Sigo regando las demás plantas, después de tomar el consejo de Eli y lo veo volver a la entrada apurado.

—¿Quién era?

—Creo que debe contestar.

Alzo las cejas y mi corazón se acelera enseguida, llego a la habitación donde se encuentra el teléfono y contesto.

—Abuelo.

—¿Brownyn?

Hay silencio en la otra línea y mis dedos aprietan el teléfono contra mi oreja.

—¿Qué pasa? —Pregunto confundido por el tono de su voz y solo pienso en el peor escenario. —¿Dónde está Lorena?

—Debes venir, por favor.

Hasta la EternidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora