Pathetic!

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[...]

Washington junto con Miami corrían, corrían como si de eso dependieran sus vidas.

Y, básicamente, así era.

— ¡Mierda, Miami! ¡Corre más rápido! —. Gruñía el rubio mayor.

Detrás de ellos unos soldados no parecían flaquear.

Jalaba a su hermano intentando no perderlo.

Sus pies dolían de la larga persecución tan larga que mantenían.

— ¡Coño pana, parense ahí! —. Podían oír como gritaban. Una y otra vez.

Que detestables voces tan desagradables.

— ¡Si se entregan será más fácil para ustedes! ¡Podrán irse de aquí!

Nada. Los norteamericanos no respondían ante los gritos.

— ¡Se van a su país en paz y en una sola pieza! —. Gruño uno —. ¡Pero si los atrapamos nos vamos a encargar de que sus caras sean irreconocibles!

Uno que otro rio, totalmente de acuerdo.

Washington se preocupo.

Llevaban ventaja, y mucha.

Pero no era suficiente. Lo supo en el momento en el que empezaron a dispararles.

De un momento a otro tomo una curva.

Estaba intentando evitar los lugares en dónde seguramente habrían personas.

Lo logro, logro perderlos.

No sabe cómo, pero lo logro.

Habían terminado en una gran plaza.

Miami inhalaba y exhalaba, intentando no entrar en pánico.

Washington al igual que él, pensaba.

¿Qué había salido mal?

Su vuelo de regreso a USA había sido intersectado.

Estaban en peligro, desarmados y totalmente solos.

Paso sus manos exasperando por su rubia cabellera.

— Epa, chamo. ¿Están bien?

Giro bruscamente su cabeza hacia el extraño. Pero grande fue su sorpresa al ver a una cara que aún recordaba.

Era el señor que los había ayudado a encontrar a Venezuela y los demás.

— Señor, señor. ¡Tiene que ayudarnos! —. Imploró el más bajo de los estadounidenses.

El señor de avanzada edad lo miro raro, confundido con la situación.

Pussy e' your motherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora