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Ella despertó entre los brazos de Bastian, quien la miraba recorriendo cada una de sus facciones con los ojos. Se sintió avergonzada y tímida. Él le sonrió y ella se ocultó en su pecho.
-¿Qué hora es?- preguntó ella en un susurro.
-Las ocho.
-¿Las ocho?- casi gritó, levantándose de golpe.
Bastian frunció su ceño mirándola.
-Vamos, Bastian. Tenemos que ir a la escuela.- él comenzó a reír. -Dejé la academia, tengo que hacer el curso de verano ahora. Mindy no va a ganarme en esto.
-Tranquila.- dijo él dejándose caer contra el respaldo de la cama.
Ella se metió en el baño y se apresuró en ducharse.
Al salir, se envolvió en la toalla, quedando frente al espejo. Miró la tinta en su piel. El nombre de Adam resaltaba en su muñeca y ella de quedó observándolo sin ser consciente de las lágrimas.
Tras apartar la vista, miró fijamente su reflejo como si allí se encontrara la respuesta de una pregunta jamás pronunciada. Se metió en sus pantalones ajustados, su remera blanca de tirantes y su campera de cuero. Algunos tatuajes se resaltaban a través de la fina tela y su busto se veía resaltado. Ató su cabello en una colita alta dejando al descubierto el tatuaje de su nuca. Salió del baño odiándose, se odiaba por lo que había ocurrido con Adam, por lo que podría haber hecho y lo que tendría que haber evitado.
Bastian ya estaba en la cocina, vestido y listo para salir.
-Emer me pidió que pase a buscar unas cosas por su casa.- dijo Bastian, tomando su campera.
-Está bien,- respondió ella tomando sus llaves.- nos vemos en la escuela.
Salió de la casa sin mirarlo y él supo que algo no iba bien. Por más que se apresuró a detenerla, ya era tarde. Laslie se había ido.
Condujo a gran velocidad por las calles. Necesitaba a Bastian pero jamás había sido esa clase de personas que lo demostraban.
En el estacionamiento de la escuela fue consciente de que aún era muy temprano así que decidió matar el tiempo con un cigarrillo entre sus labios. Pero no fue uno solo, sino dos, tres, cuatro.
-Maldición.- masculló cuando el paquete se terminó.
Ya no había tiempo de comprar otro paquete y sabía que tampoco tendría oportunidad porque Bastian notaría el olor y ya sabía Laslie como se ponía él con el tema de los cigarrillos.
Entró en el gimnasio donde se encontró con sus viejos amigos Carl, Jonson y Federic. Y el infierno volvía a cernirse sobre ella, golpeándola con fuerza.





No es quien dice serDonde viven las historias. Descúbrelo ahora