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Al despertar, la habitación estaba vacía. Lo único que había era una nota.

Esperala. I.G.

No sabía qué era lo que tenía que esperar, pero tampoco tuvo tiempo de preguntárselo. La puerta se abrió y entró una mujer, cargando varias cosas.
-Buenos días, señorita. -dijo, inclinándose con suavidad.-¿Lista para su sorpresa?-Laslie asintió con suavidad.- Vaya a darse un baño, entonces. El agua ya está preparada. Yo voy a organizar todo acá

...

Se miró en el espejo, emocionada. La mujer le cruzó la tranza en forma de vincha y acomodó el resto de su cabello con los invisibles para que no se soltara. Laslie estaba metido en un vestido que parecía sacado de una película, con la falda ancha hasta el piso y de un tono celeste suave. Se veía como una princesa. Una princesa con tatuajes pero princesa en fin. Se asomó a la puerta y chocó con Issac, vestido con un traje un tanto antiguo.

-Ansiosa.-dijo él y ella soltó una pequeña risita.- Dejame verte.-ella se paró frente él e Issac la hizo dar una vueltita.- Sos la princesa más hermosa que vi en mi vida. Lista para recorrer tu palacio.

-Issac.-dijo ella con los ojos brillosos.

-¿Qué?¿Qué pasó, mi amor? No llores.

-Todo es increíble. Sos... Dios mío, Issac.-lo abrazó con fuerza.- No sé cómo lo haces.

-Haría cualquier cosa por vos.-murmuró él y ella lo besó suavemente.- No llores. Vamos a recorrerlo todo, ¿Está bien?

Laslie asintió y él besó su mano antes de aventurarse por el pasillo. Todo lucía como siempre, solo que más antiguo y reluciente. Ella miró las enormes arañas y fue como si las apreciara por primera vez en su vida, como si nunca antes hubiera recorrido ese pasillo, esa escalera. Todo parecía conocido y nuevo, a la vez. Issac se comportaba como uno de esos nobles de las películas, que caminan con la espalda derecha y usan palabras sofisticadas que parecen sacadas de un manual de buenos modales.

...

Bastian despertó en la habitación de paredes blancas y maldijo. Le dolía el brazo como los mil demonios, tenía una venda.

-Un hospital.-masculló.- Odio los hospitales.-se quitó unas agujas y bajó de la cama.-Por Dios, ¿Dónde está mi ropa? No puedo salir así.-empezó a revisar el lugar y la encontró en un pequeño armario, estaba destruída.-Maldición. 

-Tranquilo.-dijo alguien entrando en el cuarto.-Sé lo que hago.

Bastian volteó, topándose con la mirada de Emer. Este estalló en carcajadas y, el de los ojos verdes, cayó en la cuenta de que la bata era abierta en su parte trasera. Se cubrió con rapidez, avergonzado.

- No te rías, imbécil.-masculló.-¿Qué hago acá?

-Destrozaste tu auto.-dijo, tras chasquear la lengua y negar.- Inútil. No sirve más. Lástima, era lindo.

-¿Hace cuánto?

-Después de tu pelea con Laslie?-dijo él.

-Decime que no la alcancé.-pidió con pánico en la mirada.-Decime que no fue contra el auto en el que iba ella.

-No. Fue contra una pared. Estabas bastante mal.-lo tranquilizó su amigo, tirándose en la cama.-Hay ropa en mi mochila. Vámonos de acá.

-¿Laslie lo sabe?-preguntó.

-Llamé al hermano pero me dijo que iba a estar en casa de Issac hasta el lunes.

-¿Y qué día es hoy?

-Martes.

-¡¿Y no la llamaste?!-preguntó furioso.-Ayudame a ponerme esto y llamala.

-¿Estás loco? Vos la alejaste, Bastian.-sentenció su amigo.

-Solo quiero verla.

-¿Y si viene con él?¿Qué vas a hacer?

-A recuperarla.

-Bastian no creo que...

-Lográ que venga.-exigió.- Lográ que deje a ese idiota y vuelva conmigo. La amo, Emer. La amo.





No es quien dice serDonde viven las historias. Descúbrelo ahora