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Emer llegó por la mañana y los encontró durmiendo, abrazados.
-Hermano, tenes la reunión.-dijo, sacudiéndole el hombro.
-¿Qué reunión?-preguntó adormecido.
-La de la empresa  de tu viejo, levantate.
-Ya va.-gruñó.
Se removió y dejó a Laslie durmiendo tranquilamente.
-Vas a llegar tarde.-dijo Emer.
-No.-le cortó y tomó su traje, entrando en el baño.

Cuando Laslie despertó, la casa estaba vacía. Su corazón comenzó a latir frenéticamente y su respiración se entrecortó. Bastian no estaba. Se sentó en la cama con un cigarrillo entre los labios y lo llamó. Tres, cuatro, cinco veces llamó. Quince, veinte, treinta mensajes. Nada. Bastian no respondía.
Su paquete de cigarrillos se terminó y ella tomó sus llaves mientras pasaba el dorso de la mano bajo sus ojos.

Bastian salió de la reunión con el ceño fruncido y el teléfono entre las manos. Emer lo vio llamar y golpear el piso con su pie, nervioso. Algo no andaba bien.
-¿Fue mal la reunión? -preguntó el moreno. Bastian negó y le mostró los papeles donde se cerraba un trato multimillonario.- ¿Qué pasa entonces?
Vio como su cara cambiaba tras oír un mensaje. Corrió fuera y subió al auto. Emer se quedó allí,  sin comprender.
Bastian se apresuró a llegar a la casa pero Laslie no estaba. Ella se había ido.
La agonía se apoderaba de él. Laslie estaba convencida de que él la había abandonado y que no volvería. Así lo había hecho Adam la primera vez, se había ido mientras ella dormía. Se maldijo y condujo a la casa de su hermano, logrando únicamente que ellos se asustaran y salieran en la búsqueda de ella.
Laslie. Laslie. Laslie.
No aparecía. La chica se había esfumado y su teléfono seguía en casa de Bastian. Nadie la había visto, no estaba en la escuela, el gimnasio o la academia. Ella no aparecía.
-Es mi culpa. -dijo Bastian con el rostro entre sus manos. Emer lo miró.- Tendría que haber dejado, al menos, una nota.
-Ella va a volver.
-No, hermano. Laslie no va a volver. No soporta que la abandonen. Todos la dejaron y ella... creyó que yo también lo había hecho. No lo hice, Emer. Nunca la dejaría.
Esa noche, Bastian se la pasó fuera, buscándola, recorriendo cada lugar y escrutando cada rostro. Quería encontrarla, necesitaba hacerlo.
Cuando ya estaba a punto de entregarse a la agonía por completo, su teléfono sonó.
-¿Hola?
-La encontré. -dijo Alec y su voz no sonaba firme.
-¿Dónde...?
-Vení al hospital.
-¿Está bien?
-Necesito que vengas.-dijo Alec y cortó.
Las lágrimas se acumularon en los ojos de Bastian, quien arrancó rumbo al lugar. Se había negado a buscarla ahí, no quería siquiera imaginar que algo le había pasado.
Las luces del hospital y los rostros con muecas tristes, lo abrumaban. Se tambaleaba por los pasillos, intentando ignorar el aroma a hospital que se impregnaba en su piel. La buscaba sin querer encontrarla mientras la imaginaba herida de mil maneras diferentes. Era su culpa, todo había sido a causa de su error.
Al ver a Justin, éste lo abrazó y supo que era peor de lo que imaginaba. Alec lloraba. No supo preguntarle cómo estaba, no logró más que caer entre ellos esperando sin saber qué. Miró una puerta convencido de que ella estaba al otro lado y se prohibió apartar la vista de ahí. La sentía. Sabía que ella lo necesitaba.
Un enfermero se les acercó y dijo algo, pero Bastian no le encontró sentido a sus palabras. Estaba embriagado de ansiedad, dolor, preocupación, culpa.
Repitió la frase del médico en su cabeza una y otra vez y, tras unos minutos, prefirió no haberlo hecho.
"Está delicada, comienza a responder pero no despierta."





No es quien dice serDonde viven las historias. Descúbrelo ahora