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Alec acariciaba el pelo de su hermana mientras ella permanecía recostada con la cabeza en sus piernas. La miró, ya lucía más tranquila.

-Trajimos comida.-dijo Rosse, entrando con una pequeña bandeja.

-Estuviste practicando la erre.-la felicitó Laslie.

-Si.-dijo Dan.-Cada vez le sale mejor. Aprende muy rápido mi princesita. Ahora, vamos a ver si esta otra nena puede aprender también.

-Es muy difícil aprender algunas cosas.-dijo Laslie.

Alec suspiró y la hizo sentarse, besando su frente. Laslie veía dos opciones. La primera, seguir cruzándose cada día a Bastian en la escuela, o aceptar la academia. Ninguna de las dos parecía la más prudente.

-Quedan tres días.-dijo su hermano.-¿No podes saltártelos?

-Me quedo sin faltas, me van a hacer ir horas extras. Él ya tiene horas extras.

-¿Y si te acompaño?-preguntó él.

-Tenes trabajo, Alec.

-¿Y si hablas con Issac? Él podría acompañarte. Yo puedo hablar con él. Puedo decirle que no quiero que vayas sola.

-Él está abajo.-dijo Justin, mirando por la ventana.

Laslie quiso seguir a Alec pero Rosse la frenó. La llevó otra vez a la cama y se sentó junto a ella y a su padre.

-Hice comida.-dijo ella, seria.

Laslie la miró y empezó a comer, igual que Dan. Rosse podía ser la nena más dulce del mundo, pero, si ella cocinaba, era mejor que no dejaras de comer hasta que el plato estuviera limpio.

-Lo sacamos de un viejo libro de recetas.-dijo Dan.-Rosse dijo que le gustaba y nos pusimos a cocinar. Siempre sabe qué elegir.

Dan era cheff y Rosse quería seguir sus pasos, así que siempre quería cocinar con él, y elegía los platos mirando los dibujos. Siempre se empeñaba en que, hasta la porción, le quedara igual. Era estricta en eso. Odiaba no lograrlo y se frustraba cuando esto ocurría.

Luego de que terminaran de comer, la puerta se abrió y entraron Alec e Issac. Rosse bajó con las cosas y su padre y Laslie rió.

-Saben que va a ser como Dan, ¿Cierto?-preguntó. Justin rió, asintiendo.-Cocina mejor que todos nosotros juntos y todavía no tiene ni cuatro años.

-Lo bueno es que no lo presume.-rió Alec.

Laslie se aproximó a Issac y lo besó con suavidad. 

-¿Cómo fue tu reunión? 

-Fatal.-confesó él y se dejó caer en la cama de ella. 

Laslie le hizo una seña a su hermano y al amigo de este para que los dejaran solos un minuto. Se sentó en la cama, junto a Issac, quien permanecía con los brazos cruzados sobre el rostro, cubriéndose los ojos.

-¿Qué pasó, Issac?-preguntó ella, subiendo su mano a la mejilla de él. Sintió la piel tibia y le quitó las manos, tocando su frente.- Tenes fiebre, amor.

-Me siento muy mal.-confesó él.- ¿Puedo darme un baño?

-Claro que si. Yo voy a buscar algo para bajar la fiebre.

Cuando ella estaba por subir, el timbre sonó. Se acercó a abrir y se quedó paralizada ante Bastian. Quiso cerrar la puerta pero él puso la mano, impidiéndoselo. 

-Tengo que hablarte.-dijo, serio.

-No puedo ahora. Necesito...

-Laslie, tengo que hablarte.-dijo nuevamente.

-¿De qué queres hablar, Bastian?-preguntó ella, suspirando y mirando la escalera.

-Quiero que vuelvas conmigo. Quiero hacer las cosas bien. Estoy solucionándolo todo. Por favor, Laslie, te necesito.

Issac apareció tras ella, con una toalla atada a la cintura y el cabello cayéndole sobre los ojos. Bastian apretó los labios y Laslie volteó.

-Por Dios, amor. Andá arriba. Estás enfermo y seguís andando descalzo.-dijo.-Bastian tenes que irte. Te dije que no podía.

-¡Me importa una mierda que él esté enfermo!-gritó.-¡Estoy diciéndote que te amo, Laslie! No podes, simplemente, hacer como si te hablara de comida. 

-Andate, Dankworth. -dijo Issac. Laslie le puso ambas manos en el pecho, para que no intentara nada. Él la rodeó con uno de sus brazos, sin apartar los ojos de Bastian.- Ya está, tu juego se terminó. Dejala en paz.

Cerró la puerta y Laslie lo miró y suspiró.

-¿Ya? ¿Ahora podemos subir y podes tomar esto para bajar la fiebre?-él asintió.- Creo que tengo algo de tu ropa, por si queres.

-¿Tenes ropa mía?-preguntó divertido.

-Vos me la diste.-se defendió ella, subiendo los escalones con él.

-Nunca creí que la fueras a conservar.

-Por si te extrañaba.-dijo, encogiéndose de hombros, y él la besó.

Escucharon el auto arrancar a toda velocidad, luego, el impacto. 

-Bastian.-murmuró ella, pegándose al pecho de Issac.



No es quien dice serDonde viven las historias. Descúbrelo ahora