Capitulo O4.

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Te levantaste cuando la luz del sol dio de lleno en tu cara, lo cual no hubiera sucedido si te hubieras acordado de cerrar las cortinas antes de dormir, pequeño detalle que sueles olvidar.

A veces te gustaría ser de las personas que cuando quieren se pueden volver a dormir, pero para tu desgracia no eras así, tenías la maldición de que una vez te levantabas no podías volver a conciliar el sueño (alguna secuela de una vida pasada, quien sabe).

En fin, te pusiste de pie, rascándote la nuca, caminando, arrastrando los pies hasta el baño, donde te lavaste la cara y cepillaste los dientes, te enjuagaste la boca y luego diste media vuelta, caminando solo un par de pasos hasta el inodoro, levantando la tapa del mismo y sacando tu miembro afuera para poder desechar todo lo que estaba acumulado en tu vejiga.

Una vez terminaste, tiraste la cadena y te volviste a lavar las manos, para ahora secarlas con la toalla y saliste de tu baño, yendo hacia el living, donde pudiste ver que estaba la ropa que ayer había usado Frank doblada sobre el sillón donde lo habías acostado, giraste tu rostro y lo viste, recostado en el rincón donde siempre duerme con solo aquellos pantalones rotos y gastados puestos.

Rodaste tus ojos y diste la vuelta hacia donde estaba tu cuarto, entrando y sacando del placar un pantalón negro de jean, una remera azul y tu campera de cuero negra, te cambiaste y agarraste tu billetera con la llave de tu auto.

Saliste de tu cuarto y caminaste hacia la puerta principal, saliendo.



*




Volviste a la hora y cuando entraste a tu departamento viste a Frank, quien estaba despierto, sentado en aquel rincón, sus piernas flexionadas y sus brazos a cada lado de su cuerpo, su mirada en el suelo, como si estuviera pensando en algo.

- Ven acá - le ordenaste apenas cerraste la puerta, por lo que Frank levanto su rostro, el cual estaba en dirección al suelo, mirándote ahora por unos segundos para luego levantarse con pereza, caminando hacia dónde estabas vos - ten - le dijiste, tendiéndole las tres bolsas de cartón que tenías en mano, por lo que tu mascota abrió ambos ojos confundido, mirándote a vos y luego a las bolsas.

Levantaste una ceja, con molestia y él entendió sin que hablaras, agarrando las bolsas y mirándolas.

- ¿Puedo? - te pregunto y asentiste con fastidio, yendo hacia donde estaba la cafetera y calentando el agua para prepararte tu café, giraste en dirección a tu mascota, mirándolo, observando que ahora se encontraba enfrente del sillón, abriendo una de las bolsas y sacando de la misma uno de los pantalones que le habías comprado - gracias... - susurro él, pero solo chasqueaste la lengua.

- En la otra bolsa tenés un par de remeras y en la otra está el traje que te vas a poner esta noche - le comentaste, desganado e impaciente, ya que necesitabas tomar tu maldito café, no habías podido tomar un puto café en todo el día y estabas más irritado de lo normal.

Cuando pensabas en comprarte uno de camino, ese día, ese justo día el negocio de mierda estaba lleno de gente.

- ¿Este es mi premio? - te pregunto, sacándote de tus pensamientos, por lo que giraste tu rostro en dirección a donde estaba él, quien estaba mirándote con una sonrisa, por lo que levantaste una ceja.

- No, el "premio" - dijiste, haciendo comillas con tus dedos - te lo voy a dar mañana - le explicaste, sonriendo cuando el agua ya estaba caliente, agarrando tu tasa blanca con tu mano izquierda y con la derecha donde estaba tu café, sirviéndolo en tu tasa, para luego dejarla donde estaba antes y llevar tu bendita taza de café hacia tus labios.

- ¿Puedo acercarme? - te pregunto, cuando ya estabas tomando el primer trago de café.

- No molestes - le contestaste, sacando tu celular del bolsillo al sentirlo vibrar, contestando la llamada sin siquiera mirar la pantalla - hola.

Ni Orgullo, Ni Derecho - FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora