Capitulo O5.

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- ¿Quién es usted? ¿Dónde está mi madre? ¿Qué hago acá? – preguntaste aturdido, asustado, retrocediendo con ayuda de tus manos y pies, hasta que sentiste tu espalda chocar contra una pared húmeda, giraste tu rostro a la misma y volviste a mirar a aquel hombre que te sonreía.

- Digamos que ahora sos mío – te dijo, una voz ronca y una sonrisa torcida. Tenías miedo, tu corazón se aceleró y las lágrimas comenzaron a bajar de tus ojos sin tu consentimiento – agradécele a tu madre, la muy puta nos debía bastante dinero – te explico, moviendo su muñeca, sin borrar aquella sonrisa que te le helaba los huesos - ¿sabes que es lo más divertido? – te pregunto, acercándose y poniéndose en cuclillas para quedar a tu misma altura.

- N-no... - le respondiste, temblando y sintiendo como tu estomago se revolvía del asco cuando aquel hombro poso su mano en tu rostro.

- Que la muy puta no sintió ni un poco de remordimiento cuando te vendió para pagar su deuda....




Abriste tus ojos de golpe, levantándote y quedando sentado en aquel sillón, la camisa pegada a tu cuerpo por la transpiración y tu boca seca, labios partidos y tu corazón acelerado.

Pasaste tus manos incontables veces por tu cara, fregándote los ojos, quitándote el sudor de tu frente, negando con la cabeza. No querías llorar, así que no lo ibas a hacer.

Miraste al frente, la casa aún estaba en oscuras. Te levantaste del sillón, desprendiéndote la camisa, hasta quitártela, y la dejaste sobre el sillón en el cual estabas recostado, luego te quitaste los pantalones y los dejaste junto a tu camisa.

Caminas hasta el baño, en punta de pie para no hacer ruido y despertar a Gerard. Una vez dentro haces tus necesidades y juntas el pantalón de jean que estaba en el suelo, tu puto pantalón de jean, lo único con lo que saliste de New Jersey, escapándote de aquella vida que odiabas. Esa vida que viviste por 3 años.

Un pantalón, una remera sucia y gastada, tus zapatillas viejas, tu celular, el cual vendiste para pagar el boleto de viaje, porque nadie te hubiera juntado en la ruta, porque en la ruta estaban más personas conocidas de las que te gustaría recordar, y el chip de tu celular en tu pantalón, escondido.

Y aun así, el tiempo que estuviste en la calle sin comida o un techo para dormir, ingeniándotelas para sobrevivir, escondiéndote en cada rincón oscuro de cada callejón, te había parecido mejor vida que la que te obligaron a vivir desde los 13 años.





*






El hermano de Gerard ya se había ido, "Parece simpático" fue lo que pensaste, mientras estabas sentado contra la puerta, escuchándolos hablar.

Te hubiera gustado tener un hermano o hermana, a la vez, agradeces no haberlos tenido.

Cuando terminaste de bañarte, como Gerard te había ordenado, fuiste hacia el living, solo una toalla cubriéndote desde tu cadera, encontrando a tu dueño sentado en el sillón simple, un vaso en su mano ya vacío y una botella de wisky al lado.

Gerard te miro, o más bien, te devoro con los ojos, pero no era una mirada que te asustara, mucho menos te intimidara o te hiciera sentir nervioso, estabas más que acostumbrado, y no es algo que te enorgullezca admitir.

Le devolviste la mirada, solo por costumbre, y él se levantó del sillón, dejando su vaso junto a la botella. Se acercó hasta donde estabas y te agarro de la nuca, haciendo que dieras la vuelta y lo siguieras, mientras él caminaba en dirección a su cuarto.

Lo más extraño, es que no sabes en que momento bajaste la cabeza y dejaste de mirarlo.

- Vístete – te ordeno, cuando entraste por completo a su cuarto, la ropa estrellándose en tu rostro y cayendo al suelo.

Ni Orgullo, Ni Derecho - FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora