Capítulo 22.

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Cuando abres los ojos, te cuesta enfocar la vista.

El cuarto es blanco, muy iluminado, pero cuando tratas de refregar tus ojos cerrados tu mano derecha te punza con fuerza, por lo que abres tus ojos por completo para mirarla, sorprendiéndote al ver dos agujas clavadas en tu brazo. Pestañeas confundido, algo adormilado y agotado y solo ahí, después de unos segundos caes en cuenta de que estas en una habitación de hospital.

No entiendes que haces ahí por unos segundos, hasta que los recuerdos golpean tu mente con fuerza, lo vuelves a vivir todo en cuestión de segundos, y no puedes negar lo que recuerdas, porque al ver tus dedos, todo se vuelve verdadero.

Aspiras la cantidad suficiente de aire para que tu pecho se infle y no duela, aprietas tus ojos con fuerza y te muerdes el labio inferior, liberando el aire lentamente por tu nariz y repites la acción varias veces.

Ya has llorado suficiente.

No quieres verte más patético, aunque ahora te encuentres solo.

- ¿Ya despertaste? – escuchas que te preguntan y abres tus ojos – que pregunta estúpida, es obvio que estas despierto – afirma y te le quedas mirando, sonriendo con los labios unidos.

Es una sonrisa triste, es una sonrisa agotada, pero aun no puedes ponerte la máscara de indiferencia.

- Hola Mark... - susurras, lento, tu voz ronca y partida, hasta te duele hablar.

- ¿Cómo te sientes? – te pregunta, cerrando la puerta detrás de él y caminando, llevando consigo la silla hasta dejarla al lado de tu cama, sentándose.

- Honestamente.... Para el orto – le respondes, suspirando.

- Si, supongo que hoy estoy haciendo preguntas obvias – te dice, llevando su mano hasta tu cabeza, y no sabes porque lo haces, pero antes que te toque retrocedes, quejándote del dolor por el brusco movimiento – lo siento – se disculpa, levantando sus manos y colocándola al lado de su cabeza.

- N-no es tu culpa... - susurras, dolido contigo mismo por estar tan sensible – discúlpame vos Mark... - y tras susurrar eso, te le quedas mirando de reojo.

- Deberías descansar un poco más – te dice, ignorando lo que acababa de suceder, levantándose del asiento con ambas manos apoyadas sobre sus rodillas y sonriéndote – trata de dormir – te dice, dándose la vuelta y despidiéndose con la mano.

No quieres estar solo, pero tampoco te da la voz para pedirle que se quede.

Así que dejas descansar tu cabeza sobre la almohada, mirando de costado hacia la ventana. Cierras tus ojos, las imágenes se repiten nuevamente y los vuelves a abrir asustado.

Te muerdes el labio inferior, miras el cielo, la luz del sol entrar por la ventana, te entretienes observando las nubes, y sin ton ni son, te duermes.

*

Cuando vuelves a abrir los ojos, ya no los sientes tan pesados, pero la cabeza te duele un poco más, y los dedos, y las piernas, y para que ignorarlo, el trasero también. Gruñes, un pequeño quejido de incomodidad y cuando miras al otro lado de la habitación te sorprendes un poco al ver a Gerard ahí, sentado en la silla que antes estaba Mark con los anteojos de leer y un libro entre las manos.

- Buenas tardes – te saluda, sin quitar la vista del libro y no puedes evitar sentir que las mejillas te arden y el estómago se te revuelve – ni te gastes en hablar, solo lo vas a empeorar – te dice antes de que le respondas.

Ni Orgullo, Ni Derecho - FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora