Capítulo 12.

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Gerard te gustaba.

No te diste cuenta de eso hasta que él te encontró caminando en la ruta y te dijo que eras suyo. Hasta que sentiste el alivio recorrer tu cuerpo el reconocer su voz y al verlo, hasta que lo abrazaste y él te correspondió, solo en ese momento te diste cuenta que lo que sentías por él era distinto.

Ya no pensabas en él como en un comienzo, ya no te importaba solo tener un techo y comida, no, ahora era distinto, ahora querías estar junto a él, y eso te aterraba, porque nunca sentiste eso por nadie; ya no te importaba que supieran donde estabas o que te buscaran, porque por alguna extraña razón te sentías seguro al lado de Gerard.

Tal vez no te gustaba, tal vez solo te sentías seguro.

No lo sabias, solo estabas confundido, por eso le ofreciste aquel trato, querías besarlo, querías saber si realmente sentías algo cuando eso sucediera. Pero Gerard no te había besado aun, desde que acordaron eso no lo había echo, y ahora es sábado y estas yendo a "Titanium" con él, sentado en el lado del conductor.

No hablan, si no fuera por la música se sentiría extraño.

Llevas puesto un pantalón de vestir negro, zapatos del mismo color, una camisa blanca y un chaleco negro, la corbata no te la pusiste ya que tenías que quitarte el collar y Gerard se opuso a que lo hicieras, por lo que tenías los tres primeros botones de la camisa desprendidos.

Cuando llegan, él sale primero del auto y te dice que lo esperes, no sabes porque, pero solo asientes y te quedas mirando la puerta principal, te quedas mirando la espalda de Gerard, su forma de caminar elegante y recta, sus manos dentro de su saco y tu corazón se acelera, las mejillas te arden un poco, y si, tal vez realmente te gusta.

¿Y si te enamoraste de él?

Te quedas mirando al frente, confundido, tu boca entreabierta, tus hombros se relajan y un pequeño escalofrió recorre tu cuerpo.

- No puede... ser - susurras, llevando ambas manos hasta tu cabeza, la cual inclinas hacia adelante, apoyando tus codos sobre tus piernas.

- ¿Qué no puede ser? - escuchas al lado tuyo y te pones recto de golpe, mirando a un costado y mirando a Mark, quien te sonríe - vamos, el señor Way me pidió que te buscara - te explica y lo quedas mirando, asintiendo.

- Hola - le saludas, con una sonrisa, saliendo del auto y cerrando la puerta, si no hubieras estado tan perdido en tus pensamientos tal vez hubieras escuchado cuando él la abrió, pero no quieres pensar en eso, en realidad, por el momento, lo que menos quieres es pensar - ¿Cómo está tu hijo? - le preguntaste y él se rio.

- Oh, se acerca navidad, ya sabes, está corriendo por todas partes con un papel y un lápiz, para pedirle su regalo a "Santa" - te cuenta, haciendo comillas con los dedos.

- Benditos 6 años, ¿no? - le preguntaste y él asintió, abriendo la puerta y entrando, dejándola abierta para que pases.

- Este año presiento que me va a doler la billetera - dijo y sonrió, cerrando la puerta y quedándose de pie al lado de la misma, por lo que le sonreíste y seguiste caminando.

Navidad, el olor a comida recién echa, el calor de un hogar, la nieve adornando las calles, techos y árboles, las luces coloridas, los adornos extravagantes, los fuegos artificiales, siempre viste esas cosas desde la ventana de tu cuarto o en las grandes pantallas de televisores que estaban a la venta en los comercios, donde veías siempre propagandas de personas felices, riendo, brindando.

Una familia.

El hombre de gran barba y barriga en un traje rojo con retoques blancos, aquella enorme bolsa mágica cargada de regalos, regalos que nunca viste, ni siquiera había un árbol decorado en tu casa.

Ni Orgullo, Ni Derecho - FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora