Capítulo 19. Parte I.

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Estas apoyado contra la ventana, el viento te congela los huesos, y quieres llorar. Lo que más deseas es llorar como hace mucho tiempo no lo has hecho, hasta romper tu garganta, y si no lo has hecho es porque Gerard está ahí, durmiendo y lo que menos quieres es que vea tu debilidad si despierta.

Has hablado con Bob, has hablado con tu mejor amigo, y él te ha contado que tu madre está internada. El nudo en la garganta no baja, y tienes que apoyar tu dedo índice y gordo en el puente de tu nariz para controlar tus emociones y el ardor que cada vez es más fuerte en tus ojos (un intento estúpido de calmarlo si te preguntaran). No quieres sentirte mal, pero no puedes no hacerlo, es tu madre.

Sea como sea, es tu madre, es mujer, y la han golpeado hasta abrirle la cabeza en su propia casa y dejarla internada en un hospital de mala muerte, sin las condiciones necesarias para que la traten.

No le has pedido detalles de cómo se encuentra, solo le has preguntado donde estaba, y si estaba bien. Tal vez sea la primera vez que Bob no se enoja contigo por preguntar por ella.

Suspiras nuevamente y te enderezas, dejando tus brazos colgando al lado de tu cuerpo y aprietas tus puños, miras a Gerard y no sabes que hacer, pero lo que si sabes es lo que necesitas, necesitas a un amigo, y Bob no está, Matt no está, en realidad, estas solo, aunque esta Gerard. Así que te acercas, dejando la ventana entreabierta y destiendes la cama, para tapar a Gerard, vos recostándote encima suyo, tus piernas entrelazadas con las suyas y tu mejilla sobre su hombro.

Estas frio y Gerard se queja, pero de igual forma no te aparta, solo se mueve un poco, hasta dejarte de costado, no tan encima suyo y sigue durmiendo.

- Lo siento.... - le susurras, tan suave sobre su oído que tal vez ni lo dijiste, tal vez solo lo pensaste - lo siento... - repetiste, un poco más fuerte, queriendo abrazarlo, queriendo que despertara y no te soltara jamás - de verdad, te juro, lo siento - repetiste, dejándole un beso en los labios, solo un roce, y te levantaste de encima suyo, saliendo de la cama y vistiéndote.

Lo miraste de reojo, mientras tomabas su pantalón y sacabas su billetera, de la cual le sacaste un par de billetes.

Nunca hubieras robado dinero, pero ahora lo necesitabas, tenías que llegar lo más pronto posible, tenías que verla, saber que estaba bien, es en lo único que puedes pensar, así que aunque odies lo que estás haciendo, y aunque sepas que estas cavando tu propia tumba, decidiste ponerle fin a este juego.

Cuando las personas que aprecias son metidas en el medio, y no vas a tener la frialdad para afrontar tal situación, es momento de finalizar todo.

Tomaste la campera y una bufanda azul que no sabes de donde salió, pero la tomaste y te la colocaste en el cuello, cubriendo el collar de perro que Gerard te había regalado.

Lo miraste por última vez, luego de abrir la puerta y volviste tu vista al frente, cerrando la misma, donde apoyaste tu espalda y cerraste tus ojos, juntando el poco valor que te quedaba, para luego de unos segundos abrirlos y dar el primer paso al frente, comenzando una caminata lenta. Seguiste caminando, bajaste las escaleras y mientras escuchabas las risas de fondo, saliste de la casa sin que nadie siquiera notara tu presencia.






*







Esperaste en la estación de tren hasta que esta comenzó a funcionar, estabas acostumbrado a dormir en el frio, aunque debes admitir que vivir por un tiempo bajo un techo te había puesto un poco más sensible. De igual forma, el dolor de saber lo que le sucedió a tu madre hizo que el frio fuera el menor de tus problemas.

Viajabas solo, la mayor parte del tiempo estuviste solo en el tren hasta que después de un par de horas, este comenzó a llenarse. Luego tomaste un colectivo que pensabas que en cualquier momento se iba a desarmar cuando aumentaba la velocidad en la ruta.

Ni Orgullo, Ni Derecho - FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora