Capítulo 14.

54 7 0
                                    


Gerard se apoyó contra el escritorio, sus brazos a cada lado de su cuerpo, sus manos sobre el borde, mirándote fijamente, retándote con los ojos.

Bajaste la mirada hasta tus pies, relamiéndote los labios, aceptando el reto en tu mente, esperando a que tu cuerpo acatara las órdenes. No temblaste cuando diste el primer paso, lo cual era una buena señal.

Sabias de esto, eras bueno, si no lo hubieras sido no te estarían buscando por cielo y tierra, así que levantaste tu rostro, mirando a tu dueño quien tenía los ojos negros por lo dilatadas que se veían sus pupilas.

Seguramente tus ojos se veían igual en este momento.

Caminaste un par de pasos, y cuando solo los distanciaban dos metros te arrodillaste en el suelo, apoyando tus manos en el mismo y comenzando a gatear sin despegar tus ojos de los suyos hasta que quedaste enfrente de él.

Eras como un perro ¿no?

Entonces ibas a hacerlo como si realmente lo fueras.

Llevaste tu rostro hasta sus tobillos, tu nariz casi pegada a la tela de su pantalón, donde comenzaste a olfatear, lento, subiendo tu rostro de a poco, llegando a su rodilla la cual mordiste suavemente, levantando tu mirada al sentir aquellos ojos verdes pegados en la tapa de tu cabeza, sonriendo de lado al ver como su boca estaba entreabierta.

Seguiste subiendo tu rostro, sin dejar de olfatear cada porción de su pierna, hasta que llegaste a su muslo interno, muy cerca de su entrepierna, donde volviste a morder, recibiendo un temblor de parte de tu dueño, por lo que sacaste tu lengua la cual estaba muy humedecida por tu saliva y la pasaste por su entrepierna, sintiéndola dura y pesada contra la misma.

Tus dientes fueron hasta el inicio del pantalón, donde estaba aquel botón plateado, mordiendo el borde hasta que lograste desprenderlo, besando el pedazo de piel de su abdomen que se dejaba ver, ya que habías usado tu nariz para mover la tela de la camisa.

Si usaras tus manos ya lo tendrías desnudo, pero preferiste ir lento, controlando tus emociones, tus deseos, querías hacerlo desear, una parte tuya creía que si lograbas que te deseara no se iría con ella, todo lo contrario, se quedaría con vos. No querías ser arrogante, pero si algo sabias es que si alguien caía en tus redes, no podría salir.

Con ese pensamiento en mente, mordiste el cierre de su pantalón, bajándolo lentamente, su bóxer blanco sobresaliendo con aquel bulto, por lo que volviste a lamerlo, morderlo, escuchando un pequeño gemido de la boca de Gerard.

Refregaste tu nariz sobre el bóxer, su cadera y cuando ibas a volver a aquel bulto que te llamaba mediante palpitaciones sentiste una mano agarrarte del cabello y tirarte hacia atrás con fuerza, quedando sentado de trasero, tus manos hacia atrás y tus piernas flexionadas, un poco agitado.

- Es por eso que te buscan ¿No? – te pregunto, por lo que lo quedaste mirando confundido, perdiéndote en sus ojos dilatados – debes ser muy bueno, más si lograste que me pusiera duro con solo una mirada – te dijo, subiéndose el cierre de su pantalón y prendiéndose el botón, acercándose y poniéndose en cuclillas enfrente tuyo.

- Supongo... - le respondiste, agachando la mirada y suspirando, llevando tu cabello hacia atrás con ayuda de tu mano y mirándolo, una mueca con tus labios.

Habías hablado de más, pero no podías evitarlo, ya te habías equivocado y estabas demasiado frustrado como para ponerte a pensar, así que te quedaste en silencio, tu mirada sobre tus rodillas.

- En fin, me convenciste – te dijo y levantaste tu rostro, mirándolo confundido, a la vez, un brillo de alegría en tus ojos.

- ¿De verdad? – le preguntaste, incrédulo, ilusionado.

Ni Orgullo, Ni Derecho - FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora