Capitulo 1O. Parte II.

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Cuando te despiertas, el cuerpo y la cabeza te duelen, abres tus ojos con pereza y te sientas en tu cama, rascándote la misma y bostezando.

- Mierda... - te quejas en un susurro, llevando tu mano hasta tu boca y recordando lo sucedido hace horas.

La rubia en el cubículo, el mocoso mirándolos, recuerdas salir y buscarlo con la mirada sin éxito, yendo hacia donde estaba tu amigo y preguntándole por Frank, pero como Bert estaba tan borracho, lo único coherente que te dijo fue "baño".

Te sentaste en la mesa y esperaste, pero no lo veías en ninguna parte, no podías dejar de mover tu pierna y ya te habías terminado medio atado de cigarrillo cuando decidiste que tenias que buscarlo, primero por todo el bar, luego entrando a los baños y para cuando ya te estabas desesperando, le preguntaste a un guardia que estaba en el frente sobre el pendejo.

"enano y con tatuaje" así lo describiste y el de seguridad asintió, señalándote por donde se había ido, mirándote un poco raro, pero no le prestaste atención.

Es entonces cuando lo ves sentado enfrente de tu auto, caminas con fuerza, lo agarras de los brazos y lo estampabas contra el auto.

Tal vez si no hubieras tenido tanta graduación de alcohol en el cuerpo te hubieras dado cuenta que la excusa que te dio no tenia sentido, tal vez si hubieras estado mas lucido no lo hubieras dejado hacerte el mejor sexo oral que te han dado en bastante tiempo.

- No me lo voy a coger, no lo voy a hacer... - te repites en la mente, ambas manos sobre tu cabeza y rodillas flexionadas.

No puedes hacerlo, no tienes que hacerlo.

Y te lo repites, y sigues repitiendo, mientras te levantas y vas al baño. Tal vez le tienes un poco de cariño, no lo sabes con exactitud, o simplemente no lo quieres pensar, pero si de algo estas seguro es que sin darte cuenta te habías acostumbrado a su presencia y ya no te parecía tan molesto.

Cuando sales del baño, solo una toalla rodeando tu cintura y el cabello húmedo por la ducha, vas en dirección a la cocina, porque necesitas tu puto café. Al principio no miras en ninguna dirección que no fuera la cocina, pero entonces tienes curiosidad, y giras tu rostro, pero no, Frank no esta donde siempre.

Pestañeas confundido y es entonces cuando algo llama tu atención.

Algo que esta sobre la mesa, que brilla y que no debería estar en aquel lugar.

Caminas de manera lenta, tus cejas fruncidas y cuando tienes en tu mano el collar que le habías dado al estúpido del mocoso, es cuando algo te huele mal.

Abres los cajones, revisas la casa entera, pero no te falta nada, por lo menos nada material y que realmente importe.

- Seguramente volvió con sus padres – te dices a ti mismo, tirando el collar a un costado y yendo a tu cuarto para vestirte, olvidando tu café.



*




Vas a "Titanium" ya que Bert te llamo para decirte que iba a ir mas tarde.

Cuando bajas de tu auto para entrar un hombre vestido con un traje negro, de cabellos rubios te queda mirando y se acerca a donde estas, por lo que mantienes tus manos dentro de los bolsillos de tu saco y esperas a que él se encargue de caminar los pasos que los separan.

- ¿Usted es el dueño? – te pregunta y asientes de mala gana, ese hombre no te da buena vibra, menos si te trata de usted, no te gusta que te recuerden que ya pasaste la tercer década – estoy buscando a alguien y me dijeron que lo podía encontrar acá - te explica, por lo que le sonríes de lado, arrogante.

Ni Orgullo, Ni Derecho - FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora