Capítulo 19. Parte II.

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Sientes el olor a cigarrillo (podrías sentirlo a kilómetros), escuchas la puerta ser abierta y cuando levantas tu rostro sonríes al reconocer a la persona enfrente tuyo.

- Estas hecho mierda – te dice una vez está adentro, su mano derecha dentro del bolsillo de su pantalón de jean, llevando el cigarrillo que está en su mano izquierda a sus labios e inhalando del filtro para luego tirar el humo a los segundos.

- Tiempo sin verte – le respondes, sin borrar tu sonrisa.

- No creí volver a verte niño, realmente eres un estúpido – te dice con un tono de voz neutral, tomando la silla que está a un costado con la mano que estaba en su bolsillo, arrastrándola hasta dejarla enfrente tuyo y sentándose en la misma.

- Siempre lo fui, vos mismo siempre me lo has dicho Nick – dijiste, moviéndote un poco para poder apoyar tu espalda contra la reja, ignorando la humedad del suelo y tus pantalones - ¿A que debo tu presencia?

- Vengo a calzarte los dedos – te responde, tirando la colilla al suelo y pisándola con su zapatilla, para luego levantarse y acercarse a donde estas.

- No lo hagas aun – le pides y él se detiene, mirándote curioso - ¿Podemos hablar antes? – le preguntas y Nick solo te mira, retrocediendo y volviendo sentarse con las piernas abiertas, apoyando los codos en las rodillas y uniendo sus manos.

- Como quieras, estoy aburrido – te responde, levantando sus hombros.

Se quedan en silencio, la verdad hace un rato dejaste de sentir tus dedos, por lo que ya no se te hacia tan doloroso y no querías volver a sentirlo, no aun, sumado a que de verdad deseabas hablar con él (en realidad con alguien).

- ¿Sabes quién golpeo a mi madre? – le preguntas, bajando la mirada, recibiendo una risa de respuesta por parte de Nick.

- Si lo sé – te responde él, por lo que lo miras fijamente.

- ¿Quién fue? – le preguntas, sin dejar de observarlo, y él te sonríe de lado, arrogante, señalándose a sí mismo con su dedo índice - ¿Por qué lo has hecho? – le preguntas, con, lo que sabes, una expresión de dolor en tu rostro.

- Me pagaron muy bien, aunque debo decirte que si fuera por mí, la hubiera matado a esa zorra, y no, no me mires así, vos mismo sabes lo que es ella – te dijo, sin borrar su sonrisa, su pierna cruzada, tobillo contra rodilla.

- Pero es mujer – susurras.

- ¿Y? – te pregunta, sin dejar de sonreír – es infumable... desde la primera vez que la vi que quiero matarla solo por gusto, aunque si algo debo admitir, es que por lo menos no es falsa la muy puta – agrego, apoyando su brazo contra el respaldo de la silla, quedando medio de costado.

- ¿A qué te refieres? – le preguntas, mirando el suelo.

- A ver, ¿Cómo me había dicho? – se preguntó a él mismo, mirando el techo – ah, si... "el bastardo está en su cuarto durmiendo, llévatelo antes de que lo mate" me dijo la primera vez que la conocí, le pregunte porque tanto odio, aunque admito que fue riéndome, y me respondió "No te confundas, trate de quererlo, lo amamante, lo acune, le cante canciones, pero cada día que pasaba ese niño crecía y se parecía más al hijo de puta de su padre, no pude quererlo, nunca voy a poder, lo veo y solo quiero matarlo, es un bastardo, nunca tuve que haberlo tenido, pero para cuando me di cuenta, ya era demasiado grande para exterminarlo, como el insecto que es" o algo así me respondió, no recuerdo las palabras textuales – te conto, imitando la voz de tu madre, volviendo a llevar un nuevo cigarrillo a sus labios, para prenderlo con el encendedor.

Ni Orgullo, Ni Derecho - FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora