Capítulo 16.

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Estas sentado en la terraza, en el frio y algo sucio suelo, contra la ventana y el barandal fumando un cigarrillo cuando escuchas pasos dentro de la casa.

No les prestas atención, porque uno, estas afuera y la cortinas son oscuras y seguro no se te ve, y dos, porque por la forma en que camina seguro no es Gerard, así que no gracias, prefieres quedarte sentado afuera y ahorrarte explicaciones, tu vista en el cielo nublado, el atado de Gerard a un lado tuyo con su encendedor.

Oh nicotina, te ha salvado y por lo menos te distrae del dolor en tu entrepierna, porque una erección no atendida era eso, un dolor insoportable y lo único que se te ocurrió fue salir a fumarle los cigarrillos a Gerard, y tal vez fumaste demasiado, no estás seguro, pero el paquete tenía un poco menos de la mitad y ahora solo le quedaba uno (Já, venganza).

- Deberías fumar afuera Gerard - escuchas muy cerca de ti y lo siguiente que oyes es la puerta corrediza que da a la terraza donde estas ser abierta. Mentirías si dijeras que eso no te sobresalto y ahora tu corazón está un poco acelerado.

- Fumo donde quiera Lynz - le responde con frialdad tu dueño, y eso te hace sonreír inconscientemente - ¿café? - le pregunta.

- Obvio que si - le responde ella en un tono sincero, hasta divertido.

- ¿Dónde deje los cigarrillos? - pregunta tu dueño después de unos segundos y una pequeña carcajada se escapa de tus labios, sabes callarla al momento, pero no puedes borrar tu sonrisa.

- Si no sabes vos - le responde ella.

Suspiras, aun sonriendo, y miras al frente, llevas la camisa desprendida dejando ver tus tatuajes, estas descalzo a pesar del frio, el pantalón arrugado haciendo juego con la camisa y hace más de quince minutos que la vecina del edificio de enfrente no te quita la mirada de encima.

Escuchas la conversación poco interesante de tu amo y su, lo que fuera, mientras miras en dirección a la morena, de figura no muy delgada y de grandes atributos por lo que alcanzas a ver. Le sonríes de lado, levantando tu mano en forma de saludo y ella te mira sorprendida, devolviéndote la sonrisa casi a los segundos y saliendo de tu campo de visión, volviendo a los segundos a la ventana con un vino en la mano, señalándote.

Te reirías a carcajadas si pudieras, pero te contienes y te auto señalas, haciendo un gesto de sorpresa, ella sonriendo y asintiendo con la cabeza.

No es muy grande, tal vez tenga un poco más de veinte años, seguro vive con sus padre o madre, tal vez los dos (no sabes cómo es que lo sabes, pero tienes la impresión de que es así, tal vez deberías dedicarte a ser vidente o algo asi, lo vas a tener en cuenta).

Están lejos, pero a la vez están cercas, lejos como para tener una conversación, cerca como para reconocerse, verse la ropa, hasta el color de ojos, y dices el color de ojos porque ella tiene unos ojos claros, celestes casi como si fuera agua y es imposible que no los vieras.

Agarras el celular que te dio Matt (lo tenías al lado tuyo, en el suelo, pero no lo habías prendido aun) y lo levantas, para que ella lo vea, te sonríe y se vuelve a ir solo por segundos, para después volver a aparecer con su celular en manos, sonriendo.

Le haces un gesto, como para que anote y ella te entiende a la segunda y con tus dedos le pasas tu número, uno por uno, repitiendo la acción y sonriendo cuando ella te hace la seña universal del "Okey" con la mano.

Prendes tu celular, lo pones en modo de silencio y a los segundos te llega un mensaje de un número que no tenés y al abrirlo un simple "Hola, me llamo Sharon"

Sonríes y cuando vas a responderle, te das cuenta que no estás solo y giras tu rostro, mirando a Gerard, quien está apoyado en el borde de la puerta corrediza, una pierna en la terraza, otra dentro de la casa y te mira con frialdad, luego a su vecina y luego te vuelve a mirar, sus manos dentro de los bolsillos de su pantalón gris deportivo de algodón.

Ni Orgullo, Ni Derecho - FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora