CAPÍTULO 9

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-Este es el último -dije, esperando una respuesta de Félix.

-Vous êtes sûr? -preguntó de manera formal.

-Sí, estoy segura -me limité a decir, fingiendo desinterés en responderle en francés.

Habíamos dedicado varias horas a traducir documentos y pruebas, y ahora, con la caída del sol, el crepúsculo teñía la habitación de sombras suaves. Finalmente, terminamos todos los documentos; ahora, el desafío era armar un caso bien fundamentado con las pruebas que teníamos. Nos encontrábamos en la biblioteca de la mansión Craig, sentados en un amplio sofá; los documentos estaban esparcidos sobre una mesa de caoba frente a nosotros.

El ambiente era acogedor; la luz tenue de una lámpara de pie se mezclaba con los últimos rayos de sol que se filtraban por la ventana, creando un juego de luces y sombras que danzaban en las paredes. El aire estaba perfumado con el olor a madera y libros antiguos, una fragancia reconfortante que nos envolvía mientras trabajábamos en silencio, conscientes de la importancia de nuestra tarea.

-Voy a buscar un vaso de agua -Félix se puso de pie-. ¿Quieres que te traiga algo? -lo escuché decir.

-No, gracias.

Después de algunos minutos, regresó sosteniendo dos vasos que contenían un líquido marrón.

-Te traje un poco de té frío -lo puso en la pequeña mesa a mi izquierda para luego volver a su antigua posición a mi lado-. Puedes beberlo cuando tengas sed.

No pude evitar sonreír. No supe cómo sentirme. Eso había sido muy amable de su parte.

-Gracias... -cruzamos miradas-. Lo beberé ahora, me dio un poco de sed -dije, tomando el vaso de cristal en mis manos.

-Bien -le dio un pequeño sorbo a su bebida-. ¿Por dónde empezamos?

-Tenemos que estudiar las leyes 169, 170 y 171 del código penal -me limité a decir mientras hojeaba el documento traducido.

-Esa es la parte que habla de delitos por amenazas, ¿cierto?

-Sí -dije, pasándole el documento para que lo leyera.

-Pero este documento solo nos señala que quien amenaza a otro con causarle un mal a él, a su familia o a otras personas puede estar cometiendo un delito de amenaza -me miró después de leer-. Eso lo sabemos. ¿Dónde está la parte de la difamación?

-Lee abajo -le exhorté.

- "Se considera también un delito de amenaza cuando se exige algún tipo de recompensa a cambio de no publicar o difundir hechos privados o aspectos de las relaciones familiares de alguien" -dijo él, mirándome fijamente antes de añadir con entusiasmo-. ¡Es perfecto! ¿Tú escribiste esto?

-Así es -respondí, sin perder la compostura, aunque la cercanía comenzaba a hacerme sentir de otra manera.

-Eres brillante -afirmó.

-Gracias -le contesté, mi sonrisa apareciendo casi involuntariamente.

-¿Alguna vez te he dicho que tienes una sonrisa encantadora? -empezó, torciéndose un poco con sus palabras-. No sólo linda, sino... ¡Ah! A la mierda, es linda y punto.

-Me divierte verte complicado -confesé, conteniendo una sonrisa aún más grande-. No sabía que tenías una parte que podía formular cumplidos.

-Gracias, señorita Clarke -dijo, y luego añadió-. Hay un montón de cosas que no sabes de mí.

-¿Ah, sí? -incliné la cabeza, bajando la voz para igualar su tono-. ¿Quieres compartir algunas?

-¿Para qué? si ni siquiera somos amigos -dijo, esbozando una sonrisa mientras evitaba el contacto visual.

DESACUERDOS Y DESEOS© (+18) LIBRO 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora