Habían pasado 6 días desde el escandaloso juicio del señor Marvel, y el eco de la traición de Chad aún reverberaba en mi mente como un acorde disonante. Había intentado justificar su vil conducta enviándonos mensajes, diciendo que el abogado opositor le ofreció un puesto de socio a cambio del fatídico disco. ¡Un socio! Qué bajo había caído por un título y un despacho con ventana. Era el epítome de la idea de que tener dinero no equivale a tener clase, algo que siempre he considerado muy importante. Pero bueno, cada quien con su estilo, ¿no?
-¿Quieres naranja o limón? -la voz de mi padre irrumpió en mis reflexiones.
-¿Eh? -me sacó de mis pensamientos como un salvavidas en un mar de conjeturas.
-Para el jugo, princesa, ¿de qué lo prefieres? -insistió.
-Limón -respondí, tratando de parecer presente en la conversación.
Había llegado a casa de mi padre hace un par de días. Vivíamos a cinco horas de distancia, lo cual no era precisamente un paseo corto, pero visitaba siempre que podía. Y cada vez que lo hacía, era como regresar a un santuario, un lugar donde aún me llamaban "La princesa Elara".
Crecí siendo hija única en una familia muy pobre. Mis padres, inmigrantes que lucharon para encontrar trabajos decentes, apenas ganaban lo suficiente para sobrevivir. Vivíamos en una pequeña casa que estaba en constante necesidad de reparaciones, muchas de las cuales mi padre tenía que hacer él mismo porque no podíamos permitirnos contratar a nadie. La ropa era un lujo, y a menudo tenía que usar la misma ropa varias veces a la semana, lo que me hacía objeto de burlas en la escuela. La comida era escasa y, a veces, la cena consistía en lo que quedaba del almuerzo.
Cuando tenía dieciséis años, mi madre falleció en un accidente. Fue devastador. Un año después, cuando estaba a punto de entrar en la universidad, mi padre usó la indemnización del accidente para comprarme un coche. Aunque agradecí el gesto, no pude evitar sentirme culpable por gastar dinero en algo que, en mi opinión, no era esencial. Desde entonces, me mudé a la Universidad de Springfield y mi padre vive solo, quien, gracias a su trabajo, ahora disfruta de una vida un poco más cómoda.
Mi infancia y adolescencia estuvieron marcadas por el acoso debido a nuestra situación financiera. Eso me impulsó a esforzarme por ser la mejor en todo lo que emprendía, para que las personas tuvieran algo más en qué pensar cuando me miraran, algo más allá de la chica pobre con ropa repetida. Quería ser reconocida por mi inteligencia y determinación, no por mi situación económica.
Ahora, cada vez que regreso a casa, es un recordatorio de lo lejos que hemos llegado. Aunque todavía me duele el recuerdo de mi madre y la vida que tuvimos, estoy agradecida por todo lo que he logrado y por el apoyo inquebrantable de mi padre. Aunque ya no soy esa niña pobre y acosada, siempre seré "La princesa Elara" para él.
-Una limonada para la princesa Elara -declaró mi padre, entregándome un vaso de cristal sobre el desayunador con un aire ceremonioso.
La nostalgia me invadió como una ola. Mi madre también me había llamado así, hasta que nos dejó. Y aunque el tiempo ha pasado, y las estaciones han cambiado, en mis oídos aún resuena su voz llamándome su princesa.
-Gracias, pa -le sonreí y bebí un sorbo del elixir cítrico.
Mi padre se ausentó por unos minutos, y mis pensamientos comenzaron a desbordar de nuevo. A pesar del confort de estar con mi padre, mi mente divagaba errante entre Chad, Cassie, y especialmente Félix. Lo tenía en mi mente como un dilema sin resolver desde aquel día. Imaginaba mil escenarios de lo que podría haber pasado si ese casi-beso se hubiera concretado.
-¡Sorpresa! -mi padre regresó al escenario de mi vida real, sosteniendo una pequeña caja alargada.
-Papá, no tenías por qué -dije, tomando la caja-. ¿Qué es esto?
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DESACUERDOS Y DESEOS© (+18) LIBRO 1
RomanceDesde el primer momento en que Félix y yo cruzamos miradas en los pasillos de la universidad, ambos supimos que éramos como el fuego y el agua-elementos que nunca se mezclarían bien. Ahora, el destino nos ha lanzado en un elegante laberinto de corba...