CAPÍTULO 21

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Al llegar al bar, quedé gratamente sorprendida por su ambiente. Estaba bien iluminado, limpio y, aunque esperaba que estuviera más lleno, había una cantidad de personas perfecta, lo suficientemente animado pero sin sentirse asfixiante. Desde la entrada, pude ver al señor Craig y a Félix en la barra, así que me dirigí hacia ellos para saludarlos.

-Justo a tiempo -dijo Félix, extendiéndome su mano en un gesto amistoso para estrecharla. Mis ojos recorrieron rápidamente su atuendo antes de que nuestras palmas se encontraran. Llevaba una camisa blanca, las mangas cuidadosamente remangadas hasta los codos, revelando sus antebrazos fuertes y varoniles. Algunos botones de la camisa estaban desabrochados, permitiéndome echar un vistazo a un fragmento de su pecho musculoso y blanco como el mármol.

-Siempre a tiempo -le contesté sonriendo.

La noche fluyó como un río sereno entre risas, tragos y confidencias. El lugar en el que estábamos tenía la atmósfera adecuada: lo suficientemente tranquilo para escuchar pero con el nivel de energía justo para mantenernos animados. Mientras el hielo de nuestros vasos se derretía, también lo hacían las barreras que separaban nuestras vidas personales.

Al aprender más sobre Félix y el señor Craig, me sentía como si estuviera descubriendo nuevas capas de una pintura compleja. Félix habló de su familia con un amor palpable y una genuina admiración. No sólo él venía de una línea de abogados exitosos -incluido su padre y su hermano mayor-, sino que su relación con ellos era evidentemente estrecha. Cada vez que hablaba de su familia, sus ojos se iluminaban, pero también mostraba la suficiente humildad como para admitir que quería algo más para sí mismo, una especie de destino autodeterminado.

El señor Craig, quien había sido mentor de su hermano en cierta etapa, añadió su propia capa de complejidad al revelar detalles sobre su pasado y su exesposa. Me enteré de que se había separado hace cinco años y que tenía dos hijas que vivían con ella. Fue la primera vez que lo escuché hablar tan abiertamente sobre su vida personal, y eso añadió una nueva dimensión a mi comprensión de él.

Mientras Félix y yo compartíamos más sobre nuestras vidas, me golpeó una revelación: yo apenas sabía una fracción de quién era realmente. Me había acostumbrado tanto a verlo en un contexto profesional o como un competidor que no había tenido tiempo de considerar la riqueza de su vida fuera de la oficina. Ahora, escuchando cómo describía su familia, con la pasión con la que hablaba de su deseo de desafiar las expectativas familiares y trazar su propio rumbo, me intrigó más que nunca. En esa noche de descubrimientos y confesiones, comprendí que Félix no era sólo un enigma a resolver, sino un universo en expansión que estaba ansiosa por explorar.

(...)

Dos horas más tarde, envuelta en risas y una efervescente sensación de euforia, me percaté de que estaba en el punto entre sobria y borracha. No es que no intentara disimularlo, pero había algo liberador en nuestra amistad que hacía que no me preocupara demasiado.

-Es un poco tarde -anunció el señor Craig, mirando su reloj con cierta reluctancia-, tengo que irme.

Se puso de pie, y mi reacción fue instintiva.

-Solo son las 10, señor Craig -tomé su mano en un impulso-, quédese un rato más.

Mi mano se soltó casi al instante de su agarre, como si el contacto físico hubiera encendido un destello de conciencia sobre mi embriaguez. Hasta ese momento, no había traspasado el límite de un apretón de manos con Harry.

Félix y yo decidimos quedarnos un rato más en el bar, disfrutando del ambiente y de nuestra propia compañía. No cabía duda de que también había tenido su buena dosis de alcohol, aunque mantenía un aire de conciencia que me tranquilizaba. Finalmente, cuando la hora se hizo avanzada y nuestras conversaciones comenzaron a disiparse en el aire nocturno, él sugirió amablemente acompañarme a casa. No pude resistirme a aceptar; después de todo, había llegado caminando y mi apartamento estaba cómodamente cerca. Sin mencionar que la idea de caminar a solas por las desiertas calles a esas horas no era precisamente atractiva.

Caminamos juntos, el frío nocturno mordiendo ligeramente nuestra piel, aunque la sensación era más refrescante que incómoda. Decidí inyectar un poco de ligereza en el aire, coqueteando abiertamente con Félix mientras caminábamos.

-Sabes, siempre me he preguntado cómo sería tener un caballero guapo como tú para mí sola en una noche como esta -dije, dándole un codazo juguetón en el costado.

Félix soltó una risa, claramente disfrutando del coqueteo, pero no tomándolo demasiado en serio.

-Oh, ¿en serio? Bueno, debo admitir que la idea de pasar la noche contigo no suena nada mal, Clarke -contestó con una sonrisa juguetona, sin perder el compás.

La tensión se construía a medida que nos acercábamos a mi apartamento, pero ambos sabíamos que estaba impregnada de diversión más que de cualquier otra cosa. Al llegar, le insistí en que se quedara un poco más, sugiriendo que podría hacer una sopa 'mágica' para ayudar a contrarrestar la resaca inminente. Agradecido, aceptó, y aproveché la oportunidad para refrescarme un poco.

Entré en el baño, dejando la puerta entreabierta mientras me deshacía de la ropa de la noche y me lavaba la cara. El agua fría fue revitalizante, trayendo un poco de claridad a mi mente nublada. Me cambié a una ropa más cómoda, pero no sin elegir algo que supiera que acentuaría mis mejores características. Después de todo, no está de más mantener viva la fantasía, ¿verdad?

Regresé al salón sintiéndome revitalizada y lista para un merecido descanso. A mi sorpresa, Félix emergió de la cocina con una taza de sopa en la mano, que colocó cuidadosamente sobre la mesa.

-¡Voilà! -exclamó, con un brillo juguetón en sus ojos.

Me acerqué, fascinada por cómo había tomado la iniciativa. El vapor que se elevaba de la sopa cremosa envolvía mis sentidos con un aroma embriagador.

-Gracias -murmuré, sintiendo una ola de gratitud hacia él.

Su respuesta fue una sonrisa ligeramente curvada, pero cuando nuestras miradas se encontraron, algo en el aire pareció cambiar. No pude resistirme y lo besé. Sus labios, de un suave tono salmón, me parecieron aún más irresistibles que en mis recuerdos más vívidos.

-Clarke -Félix se apartó suavemente, sus ojos llenos de conflicto-. Estás borracha, debería irme.

-Quiero que te quedes -mis palabras salieron como un susurro, pero estaban llenas de una certeza que no podía ser negada.

Valoré su respeto hacia mí, pero también sabía que el leve aturdimiento del alcohol se había disipado durante mi caminata y mi rutina de cuidado de la piel. Estaba lo suficientemente lúcida para comprender las implicaciones de lo que estaba pidiendo.

Me miró por unos segundos directamente a los ojos, como si se estuviera asegurando de que estaba bien. Asentí levemente con la cabeza, diciendo "sí", a la pregunta que podía ver en sus ojos. Félix volvió a besarme, esta vez con una pasión desenfrenada, como si estuviera respondiendo a un llamado divino. Había algo increíblemente electrizante en sentirlo tan cerca de nuevo. No recordaba cuán reconfortantes y poderosos podían sentirse sus brazos: eran una fusión de fuerza y calor, y podía sentir el pulso subyacente de sus venas contra mis palmas temblorosas.

-Fóllame -le susurré, separándome lo justo como para poder ver su reacción.


DESACUERDOS Y DESEOS© (+18) LIBRO 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora