CAPÍTULO 12

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-¿Estás lista? -preguntó Cassie, asomando su cabeza por la puerta de mi habitación.

-Dame cinco minutos, Cass -respondí, pasando una plancha de pelo por mis mechones sedosos con destreza.

Hoy era el día. El juicio que habíamos estado preparando con tanta diligencia estaba por fin aquí: el caso del señor Patrick Marvel, nuestro cliente más prominente y complejo. A pesar de que el amanecer apenas se había roto, Cassie y yo ya estábamos en pie, los engranajes de nuestras mentes girando a toda velocidad.

-Permíteme -Cassie alcanzó la plancha de pelo de mis manos-. No quiero que te quemes en un día tan importante.

Normalmente, nos ayudábamos con este tipo de cosas, pero hoy había algo especial en el aire, una carga eléctrica de anticipación que nos mantenía más cautelosas que de costumbre.

Finalmente satisfechas con nuestro aspecto, salimos de la casa y nos dirigimos al juzgado. Después de un breve viaje de diez minutos, entramos en la sala, que ya estaba animada con la energía nerviosa de los presentes. El señor Craig se sentaba en la mesa de la defensa, mirando los papeles frente a él. Al lado estaba el señor Marvel, enfundado en un traje naranja que gritaba "culpable" en el lenguaje universal del sistema de justicia. Félix, con su inmutable carácter de galán, estaba en la primera fila del público, vistiendo un traje que probablemente costaba más que el salario mensual de la mayoría de las personas en esa sala. Solo faltaba Chad, pero sabía que no tardaría en llegar.

Cassie y yo nos abrimos paso a través de la multitud hasta llegar a Félix. Le envié una sonrisa al señor Craig, que me devolvió con un asentimiento de aprobación.

-¿No saludas a tu papi? -Félix no pudo resistirse y dejó escapar esa frase con una sonrisa maliciosa.

Rodé los ojos teatralmente. Cassie soltó una risa que sonó como campanas en la tensa sala. Solo nosotros sabíamos el trasfondo de ese comentario ridículo.

Justo cuando el ambiente alcanzaba un punto álgido de electricidad, el oficial de policía, un hombre robusto con una voz que podía derribar paredes, anunció: -El juez ha entrado a la sala.

Nos pusimos de pie en un movimiento casi coreografiado, nuestros tacones haciendo eco en el suelo de madera. El juez se dirigió solemnemente a su silla, y cuando se sentó, el resto de nosotros hizo lo mismo, cada uno sumido en sus propios pensamientos y estrategias. Ahora, que comiencen los juegos.

(...)

El ambiente en el tribunal estaba cargado de tensión, como una cuerda a punto de romperse. Todos los ojos estaban puestos en el señor Marvel, nuestro cliente, que acababa de ser llamado al estrado.

El abogado que lo interrogaba era un hombre imponente; alto como un faro, con una calva que reflejaba las luces del techo. Sus pantalones, holgados y anticuados, podían hacerlo pasar por un profesor de matemáticas de una película de los 80. Su barba, espesa y gris, añadía una capa más de intimidación a su ya amenazante apariencia.

-Señor Marvel -comenzó el abogado, cruzando sus manos detrás de su espalda-, si el padre de su esposa hubiese fallecido, ¿quién heredaría toda su fortuna?

-Mi esposa -respondió el señor Marvel con un tono monocorde.

-Y en el caso, hipotético claro está, de que su esposa también falleciera, ¿a quién pertenecería el patrimonio valorado en 50 millones de dólares? -continuó el abogado, mirándole directamente a los ojos.

-A mi hijo y a mí -contestó Marvel, claramente inquieto. Su incomodidad era palpable, como si estuviera caminando sobre cristales.

-Entonces, ¿tiene o no tiene un motivo para intentar asesinar a su suegro? -lanzó la pregunta como una daga.

DESACUERDOS Y DESEOS© (+18) LIBRO 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora