CAPÍTULO 18

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Los últimos días han sido extrañamente reconfortantes, una especie de bálsamo para el alma desgarrada por el duelo. Mi padre y Félix, con su presencia constante y apoyo incondicional, han sido fundamentales para ayudarme a sobrellevar la pérdida. Aunque el vacío que dejó Cassie todavía pesa en mi pecho, una sensación de tranquilidad ha comenzado a infiltrarse en los rincones más oscuros de mi mente. De alguna manera, sé que ella ha encontrado la paz que tanto anhelaba y eso me da cierto consuelo.

Esta mañana me levanté decidida. Era hora de volver al trabajo. Eché un vistazo a mi guardarropa y opté por un conjunto que consideré apropiado para el clima y la ocasión: una blusa de seda blanca que caía como una cascada sobre unos pantalones entallados negros. El conjunto era sencillo, sí, pero también elegante y sofisticado, justo lo que me hace sentir poderosa en un día caluroso como este.

Cogí mis llaves y mi bolso, que habían estado reposando sobre la colcha de mi cama como si aguardaran su momento de gloria. Me detuve frente al espejo y me miré de arriba abajo. Me gustaba lo que veía: una mujer fuerte, resiliente, y sí, también bastante atractiva.

Hoy voy a darlo todo, me dije a mí misma, regalándome una sonrisa pícara en el reflejo antes de salir de la habitación.

Salí de la casa, la nostalgia y el duelo quedaron atrás, al menos por el momento. Era hora de cambiar de capítulo, de escribir una nueva página en este libro complejo y a menudo doloroso que es mi vida. Y en el camino a la casa del señor Craig, cada paso que daba me sentía más y más valiente.

La ciudad parecía sumirse en un calor sofocante, lo cual era extraño para esta época del año, pero dentro de mí, todo era calma y propósito. Vamos a hacer que este día cuente, pensé mientras aceleraba el coche, preparada para enfrentar cualquier desafío que me esperase. Después de todo, la vida sigue y yo con ella. Y si algo he aprendido en estos tiempos de pérdida y amor es que yo también merezco encontrar mi propia versión de paz.

(...)

-Buen día, jóvenes -nos saludó el señor Craig con cordialidad.

-Buenos días, señor -respondí con un entusiasmo que apenas sentía. Félix lo siguió con un saludo similar.

No pude evitar notar lo vacío que parecía el lugar. La habitación, aunque físicamente igual, parecía haberse expandido y el silencio parecía más profundo sin la presencia chispeante de Cassie y el buen humor de Chad.

-¿Cómo te sientes, Clarke? -preguntó el señor Craig, su tono mostraba una genuina preocupación.

-Me siento bien -respondí con una sonrisa-, gracias, señor.

-Para esta semana, estaremos trabajando con... -Craig abrió un documento frente a él- ...Michelle Carson, 32 años. Está acusada de asesinar a su esposo. La hija del señor Carson vio a Michelle junto al cuerpo de su padre y asegura que ella lo hizo y ocultó el arma homicida.

-¿Han encontrado el arma? -pregunté, intentando concentrarme en los detalles del caso.

-No, aún no hay rastro de ella -respondió Craig, frunciendo el ceño.

Nos encargó recopilar información y nos dirigimos casi de inmediato a su biblioteca. Contenía todo tipo de libros, desde literatura clásica hasta moderna, enciclopedias, manuales, libros de derecho procesal, penal, privado, y más.

-¿Me prestas ese libro? -le pedí a Félix, quien estaba hojeando uno de los volúmenes-, por favor.

Me lo pasó con suavidad y me regaló una pequeña sonrisa, que devolví antes de volver a mi asiento.

-¿Cómo estuvo tu fin de semana? -preguntó, antes de tomar asiento en un sillón de cuero cercano.

-Aburrido -respondí, encogiéndome de hombros-, pero bien -me limité a decir.

Un silencio se cernió sobre nosotros, cada uno perdido en sus propios pensamientos.

-Por cierto, gracias por el helado que me trajiste el domingo -dije, rompiendo el silencio, intentando mantener la voz casual.

-No es nada, no te preocupes -respondió, restándole importancia.

-Si quieres, podemos hacer algo el próximo fin de semana -sugirió, y aunque intentó parecer despreocupado, pude notar un atisbo de nerviosismo en su voz, como si hubiese estado reuniendo el valor para hacer la propuesta.

-A ver -dije, fingiendo concentración en mi lectura-, ¿qué tienes en mente?

-No sé, tal vez podamos ir a cenar -sugirió, intentando parecer casual.

Me tomé unos segundos para considerarlo, no quería parecer demasiado ansiosa. Observé su rostro, y pude ver la ansiedad reflejada en sus ojos.

-Me parece genial -le respondí finalmente, dejando que una sonrisa se dibujara en mis labios.

Félix sonrió ampliamente, como si acabara de ganar la lotería. Después de ese pequeño intercambio, nos sumergimos de lleno en el trabajo, buscando y recopilando información relevante para el caso de Michelle Carson durante varias horas. Aunque estaba concentrada en la tarea que teníamos entre manos, no pude evitar sentir un cosquilleo de anticipación por el fin de semana que se avecinaba.

(...)

A la mañana siguiente, me levanté temprano para ir al juzgado. Opté por un pantalón de talle alto en color negro, zapatos de cuero a juego y una camisa blanca con rayas negras. No podía faltar mi labial rojo distintivo y unos pequeños pendientes dorados. Tras un momento de reflexión frente al espejo, recogí mis cosas y comencé camino por las calles de Springfield bajo un cielo despejado y prometedor.

-Hoy será un gran día -susurré, mis manos acariciando el volante mientras mantenía mis ojos fijos en el sinuoso camino que llevaba al juzgado.

Cuando llegué, me encontré con un tumulto de gente mayor al habitual. Un vistazo rápido a mi reloj me confirmó que no estaba retrasada. Con un aire de confianza, crucé la sala para encontrar a Félix. Estaba sentado en la primera fila del lado izquierdo del público, mientras que el señor Craig y nuestra clienta ocupaban la mesa de enfrente.

-No vas a creer quién es el abogado del demandante -susurró Félix, inclinándose hacia mí mientras me acomodaba en el banco de madera a su lado.

-Ilumíname -respondí, mi curiosidad evidentemente picada.

Guardó silencio y desvió la mirada hacia la entrada. En ese momento, Chad Grayson hizo su entrada, cruzando la ancha puerta con un aire de suficiencia. No podía creer lo que veía.

-Esto tiene que ser una broma -exclamé, volviendo mi atención a Félix.

-Desearía que lo fuera -respondió, mostrando una sonrisa que mezclaba incredulidad con una pizca de admiración.

Chad Grayson podía ser un abogado hábil y astuto, pero ni siquiera él era una amenaza para el señor Craig. Lo que realmente me desconcertaba era cómo había conseguido ese puesto; estábamos en una etapa en la que técnicamente no podíamos practicar la abogacía por cuenta propia.

-¿Cómo es posible que Chad sea el abogado del demandante? Ni siquiera tiene una licencia -inquirí, mi sorpresa mutando rápidamente a indignación.

-Debería ser imposible -admitió Félix, manteniendo su vista en Chad-, pero según el manual reglamentario, un abogado junior puede actuar como abogado acusador o defensor siempre que esté supervisado por alguien calificado y licenciado.

De repente, todo encajó. Recordé que Chad había mencionado que estaría trabajando bajo la supervisión de un abogado de renombre. Ahora tenía sentido.

Cuando el juez tomó su lugar en el estrado, todos se acomodaron. Miré de reojo a Chad. Su sonrisa engreída al cruzar nuestras miradas me incitó, pero un pensamiento me consoló: en manos del señor Craig, Chad no sería más que un pequeño obstáculo en nuestro camino a la victoria.


DESACUERDOS Y DESEOS© (+18) LIBRO 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora