CAPÍTULO 8

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-Cassie -llamé suavemente, mis dedos rozando su pierna bajo la sábana blanca.

-¿Qué? -respondió, su voz monocorde y desprovista de energía, amortiguada por la sábana.

-Es hora de prepararnos.

-No voy a ir hoy -declaró, como si eso resolviera todo.

-¿Qué? -mis cejas se fruncieron en confusión-. ¿Por qué?

-No quiero... -desveló su rostro por un momento, con ojos vidriosos- ir -concluyó.

-Entiendo... -respondí, queriendo darle espacio para procesar sus emociones.

En un acto de regresión, volvió a cubrirse la cabeza con la sábana.

-Cúbreme -su voz ahogada llegó a mis oídos.

Cassie había mostrado signos de bajones depresivos en el pasado, así que con el tiempo había aprendido a identificar sus cambios de humor. Aunque había manejado sus fluctuaciones de ánimo con impresionante habilidad en los últimos meses, a veces simplemente no podía evitar sentir una pérdida de interés en las actividades diarias, lo que podría afectar su rendimiento laboral y, finalmente, su futuro. Sin embargo, nadie entendía mejor que yo el monumental esfuerzo que estaba haciendo para mantenerse a flote; su lucha diaria valía más que cualquier logro superficial, por eso nunca dudaba en cubrirla cuando lo necesitaba. Además, nada de eso no me sorprendió del todo, pues había sido testigo de cómo mi padre había pasado por una situación similar después de la muerte de mi madre. La sonrisa de mi padre se desvaneció, dejó de hacer cosas que amaba y aumentaron los días que pasaba en cama. Cassie mostraba patrones de comportamiento similares, lo que me recordaba la importancia de brindar apoyo sin presionar.

Me vestí en un abrir y cerrar de ojos, deslizándome en un vestido blusón de color rosa pastel que realzaba mi tono de piel como un truco de magia. Cuando entré al baño para retocar mi maquillaje, el labial rojo sobre el tocador captó mi atención. Era mi color insignia, el mismo que usaba día tras día. Un vistazo al espejo me reveló un cabello algo desordenado, así que lo recogí en una coleta alta, dándome un aire de despreocupada elegancia. Satisfecha con mi apariencia, agarré mi bolso de piel y mis llaves, y salí en dirección a la casa del señor Craig.

Era un día inusualmente nublado en Springfield. Mientras conducía, observé cómo las tiendas decoraban sus establecimientos; la noche de Halloween se acercaba y la gente de Springfield lo tomaba muy en serio. Al llegar a mi destino, estacioné rápidamente. El coche de Félix ya estaba aparcado frente a la casa del señor Craig. Era un Mercedes Benz C300 de color plata, un vehículo que reflejaba la personalidad de Félix: elegante, sofisticado y arrogante. A pesar de ser un coche de un modelo no muy reciente, estaba impecablemente cuidado. Miré el reloj dorado en mi muñeca para asegurarme de que Félix había llegado temprano, y no que yo había llegado tarde. Caminé unos metros y toqué el timbre; el señor Craig abrió la puerta casi de inmediato.

-Buenos días, señor Craig.

-Buen día, Clarke -contestó, manteniéndolo corto y directo.

-Cassie no asistirá hoy. Sufre de dismenorrea -dije, y al ver su ceño fruncido añadí-. Dolores menstruales, señor. Su expresión cambió, como si un interruptor se hubiera activado.

-No pasa nada. Le pedí a Grayson que tampoco viniera hoy -aclaré los ojos-. Hoy solo estarán conmigo usted y el señor Knight.

Justo entonces, Félix apareció como si hubiera estado esperando su señal.

-Buenos días -dijo, colocándose al lado del señor Craig.

Le ofrecí una sonrisa que no llegaba a los ojos, y él devolvió el gesto con una similar.

DESACUERDOS Y DESEOS© (+18) LIBRO 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora