CAPÍTULO 31 | Final

142 9 5
                                    

Apagué el motor de mi coche y, tomando mis pertenencias, subí al ascensor para llegar a mi apartamento. Al salir de él, me detuve en seco al ver a Félix parado frente a mi puerta. Mi corazón comenzó a latir con fuerza. Vestía un traje elegante, zapatos de cuero y su cabello estaba perfectamente peinado. Estaba de espaldas a mí y, al oírme, se giró.

-Elara... -susurró.

Sus ojos brillaron de forma casi irreal. Bajó su mano, que sostenía un móvil pegado a su oreja. Las lágrimas brotaron de mis ojos y corrí hacia él para abrazarlo. Pareció sorprendido, como si esperara una reacción diferente de mi parte. Lo abracé con fuerza, y él me devolvió el abrazo con la misma intensidad.

En ese momento, el mundo pareció detenerse. Todas mis inseguridades, miedos y dudas se evaporaron en el aire. En ese momento, todo lo que importaba era que estábamos juntos, y que, a pesar de todas las adversidades, habíamos encontrado el camino de regreso el uno al otro.


PERSPECTIVA DE FÉLIX

Los últimos días habían sido una montaña rusa emocional para mí. La decisión que enfrentaba no era trivial; estaba en juego mi futuro profesional en Nueva York, una oportunidad que muchos matarían por tener. Por otro lado, estaba Elara-una mujer que se había convertido en mi norte, mi compás emocional. Aunque desde el principio, mi corazón estaba dispuesto a quedarme con ella, no me lo puso fácil. Ella quería que aceptara ese empleo, que diera el salto en mi carrera.

Finalmente, llegué a una resolución: me iría a Nueva York. Organicé todo, empaqué mis maletas, y le dije a Elara mi decisión. Quería un adiós adecuado, algo que cerrara este capítulo de mi vida antes de embarcarme en uno nuevo.

Llegué al aeropuerto, el bullicio de las personas a mi alrededor era un contraste ensordecedor con el silencio inquietante que llenaba mi interior. La terminal estaba llena de gente apresurada, algunos corriendo para no perder su vuelo, otros esperando impacientes, todos inmersos en sus propios mundos. El techo alto y las luces brillantes creaban un ambiente frío y distante, mientras las pantallas parpadeaban con horarios de vuelos que iban y venían. A pesar de la multitud, me sentía terriblemente solo.

Mi mirada se desplazaba nerviosamente entre el reloj y la puerta de entrada, cada tic-tac un recordatorio cruel de que el tiempo, inexorablemente, seguía avanzando. Elara me había asegurado que vendría a despedirse y, aunque parte de mí sabía que no podía culparla por no querer verme, otra parte, la más vulnerable, ansiaba su presencia. Quería abrazarla una última vez, sentir su calor, darle ese último beso que llevaría conmigo a Nueva York, un recuerdo tangible para aferrarme en los días oscuros que sabía que estaban por venir.

Pero no llegó. Y eso dolió. Dolió mucho, más incluso que perder un caso imposible. El rechazo, la finalidad de su ausencia, era un golpe en el estómago, un recordatorio punzante de todo lo que estaba dejando atrás. Y aunque sabía que era lo correcto, eso no hacía que doliera menos. Con cada minuto que pasaba, una parte de mí se iba desvaneciendo, hasta que finalmente, tuve que aceptar la realidad. Ella no vendría.

Aceptando mi destino, me dirigí hacia la puerta de embarque, cada paso resonando en mi pecho como un latido de un corazón roto. Estaba dejando atrás mi hogar, mi vida, mi amor, y aunque el futuro me esperaba con los brazos abiertos, no podía evitar sentir que estaba cometiendo el mayor error de mi vida.

Estaba a punto de embarcar, de cruzar ese umbral sin retorno, cuando algo en mi interior se rebeló. Fue como si cada fibra de mi ser gritara en un unísono abrumador. Mi corazón sabía lo que realmente quería, y no eran los rascacielos de Nueva York ni un currículum impresionante. Era Elara. Sabía que se enfadaría conmigo por rechazar una oportunidad como esta, pero era un riesgo que estaba dispuesto a correr.

DESACUERDOS Y DESEOS© (+18) LIBRO 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora