Capítulo 8: Pólvora

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Tras conseguir dos cuartos en un hotel, Pakkun llevó a Kakashi hacia donde Shikamaru se encontraba. Kazue se reuniría luego con los hombres del alcalde.

–Shikamaru ¿cómo está todo? ¿has averiguado algo?–

–El tipo no ha salido del edificio. Se está quedando en un departamento del tercer piso. La única persona que ha pasado por ahí es una señora que le dejó un paquete.–

–Botellas de agua y latas de atún.– elaboró Bull.

–Estás muy motivado hoy.– le comentó Pakkun a su camarada canino.

–Quiero que la señorita me felicite cuando me vea.–

Kakashi se rascó la nuca ante esto. Le molestaba que Kazue se quedara sola en circunstancias tan impredecibles, pero por más que insistió ella no escuchó.

–¿Pasó algo?– preguntó Shikamaru al notar lo callado de su superior. –¿Dónde está Kazue?–

–Metiéndose en problemas, supongo... Pakkun ¿podrías ir a echarle un ojo?–

–¿Tengo que ir yo?–

–Yo podría ir.– se ofreció Bull.

–Lo siento amigo, eres demasiado grande para ese trabajo. Te necesito aquí.– consoló Kakashi rascando detrás de las orejas del perro. –Pakkun, ya sabes qué hacer.–

–Sí, señor.–

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Luego de que Kakashi se fuera donde Shikamaru, Kazue usó uno de sus pergaminos para invocar su armadura samurai.

Aunque se encaminaba a reunirse con policías que supuestamente la iban a ayudar, no podía fiarse de nadie en esos momentos. Estaba yendo al campo de batalla prácticamente sola, así que se prepararía apropiadamente.

Al llegar a la comandancia los oficiales hasta enderezaron sus espaldas al verla. La armadura no dejaba en duda su posición y autoridad, sin embargo ahora que veía el estado de la comandancia se sentía un poco exagerada. El lugar apenas y tenía unos escritorios, todo se veía viejo y malgastado. Eso explicaba por que el alcalde estaba tan desesperado por ayuda.

–Capitana, nos da gusto verla.– saludó un hombre que, a juzgar por como los demás se hacían a un lado cuando caminaba, debía ser el comandante. –Hiro Yamashita, para servirle.–

–Kazue Tachibana. Explíqueme a qué nos enfrentamos.–

La sesión informativa fue corta. Era prácticamente lo mismo que el alcalde le había contado: bandidos que se habían hecho con armas mejores que las de la humilde policía local. Más específicamente ballestas y espadas tan grandes que funcionaban de escudo también.

En cuanto tuvo un mapa del área, la experiencia de Kazue le permitió elaborar un plan rápidamente.

No necesitaba de ninjas para esto, ella sabía perfectamente lo que hacía.

Una vez explicados los detalles de la operación Kazue y los oficiales se dirigieron al sitio.

Colocaron a varios policías vestidos de civil en las calles que daban a la bodega para que disuadieran a la gente de pasar por ahí con la excusa de una alcantarilla que se había abierto. Nadie querría ir cerca del mal olor.

Otros diez se colocaron con arcos en los techos que rodeaban el edificio. Tres por la entrada trasera. A Kazue la acompañaban cuatro más, pero a una distancia prudente.

Había dos hombres muy fornidos haciendo guardia en la entrada principal. La samurai imagino que sería el mismo número por atrás.

Sonrió para sí misma. Los tipos no se veían del tipo inteligente y ella contaba con un arma increíblemente eficiente: su apariencia.

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