Capítulo 31- Festival

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Vaya que fue una mañana desastrosa para Kazue. A pesar de años levantándose casi al alba debido al hábito creado por sus entrenamientos en combate, su cuerpo la traicionó y se quedó dormida hasta tarde. Kakashi inicialmente pensó que debía estar cansada pero conforme iban avanzando las horas, le preocupó que quizás ella estuviese enferma.

Sin embargo esa sospecha quedó atrás cuando vio a Kazue despertar e inmediatamente correr a arreglarse tras ver la hora.

Apenas le alcanzó el tiempo para vestirse, comer un pedazo de pan, darle un beso en la frente a Kakashi y despedirse antes de salir corriendo a la tienda de kimonos.

Habían acordado verse más tarde frente al edificio de gobierno, ya que la particular arquitectura hacía ese lugar sencillo de encontrar para Kazue. Así que cuando Kakashi estuvo listo se dirigió hacia allá.

Por primera vez en años eligió ponerse un conjunto de pantalón hakama gris con la parte de arriba del kimono azul oscuro. De esa manera iba menos formal que si hubiese llevado todo el conjunto en negro.

Conforme caminaba vio la algarabía con que los ciudadanos iniciaban su celebración. Los puestos de comida y de juegos abrían para recibir al público expectante. Niños pequeños corrían de un lado a otro dejando atrás a sus exhaustos padres. Grupos de jóvenes se reunían para ir a explorar juntos.

Ya le hacía falta a la aldea un evento así. La señora Tsunade hizo bien en elegir ese festival como su último acto por el pueblo antes de retirarse.

Al llegar al edificio, Kakashi se percató que no iba a esperar completamente solo.

Eiji Akihiro estaba cerca de la entrada charlando con sus padres quienes, a juzgar por sus expresiones cansadas y los dos ninjas vigilándolos, recién llegaban a la aldea.

La señora Tsunade e Ibiki bajaron a verse con ellos. Por lo que Kakashi alcanzó a escuchar, ya se habían reportado en la oficina de la Hokage y estaban viendo dónde hospedarlos.

–Joven Hatake ¿Viene usted también a recibirlos?– preguntó el General Honda, recién saliendo de dar la vuelta a una esquina unos metros atrás. Kimi y el otro samurai iban con él como de costumbre.

–Apenas me voy enterando de que llegaron.– admitió Kakashi. No tenía caso mentir sobre ello.

–¿Acaso no le informaron? Qué raro.– dijo Honda con cierta cizaña en la voz.

–Pedí el día libre. Kazue y yo tenemos planes.– sonrió el ninja copia, sabiendo perfectamente que eso fastidiaría al samurai.

Honda dejó salir un bufido y fue hacia sus amigos para saludarlos. La manera en que cambió de enojado a cálido le pareció casi cómica a Kakashi.

–Y miren quien está aquí también. ¡El buen Kakashi!– añadió Honda a la charla con los Akihiro, obviamente a propósito para enviarle atención no deseada.

De los tres Akihiro, solo la señora le dedicó una sonrisa amable a Kakashi. El esposo rodó los ojos y se cruzó de brazos. Eiji se alzó de hombros con una mirada de exculpación, como si se sintiera parcialmente apenado.

–Ah, no se preocupen por mi. Solo esperaba a alguien.– se excusó Kakashi y se dio media vuelta. Considerando las circunstancias era más conveniente ir a buscar a Kazue y encontrársela a medio camino.

Desafortunadamente en esos casos la vida no funcionaba como Kakashi prefería.

–¡Kazue! ¿Eres tú?– escuchó a la señora Akihiro preguntar en otra dirección.

Kakashi de inmediato se giró y de entre el pequeño grupo de kunoichis caminando al edificio, vio a Kazue en el más precioso kimono azul cielo.

Aunque Sakura llevase un kimono amarillo y Shizune uno morado, para Kakashi fue como si ellas se viesen grises a un lado de la visión que era Kazue.

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