¿Y si os dijera que todo empezó por una simple y absurda pizza? Sí, sí, tal y como lo leéis, por una simple y absurda pizza. ¿Fascinante verdad? Pues lo cierto es que a mi no me lo pareció tanto, al menos en su momento no me lo pareció... Oh, a quie...
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⏝ ꦿ
》𝐒𝐄𝐏𝐓𝐈𝐄𝐌𝐁𝐑𝐄 𝐃𝐄 𝟐𝟎𝟐𝟐, 𝐌𝐎́𝐍𝐀𝐂𝐎
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𝐄𝐥 𝐬𝐨𝐧𝐢𝐝𝐨 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐦𝐮́𝐬𝐢𝐜𝐚 𝐬𝐞 𝐩𝐨𝐝𝐢́𝐚 𝐞𝐬𝐜𝐮𝐜𝐡𝐚𝐫 𝐩𝐨𝐫 𝐞𝐥 𝐜𝐮𝐛𝐢́𝐜𝐮𝐥𝐨 que era mi habitación, esas cuatro paredes de menos de veinticinco metros cuadrados que, desde hacía un año, se habían convertido en mi refugio personal, una de las cuales se encontraba pintada de rojo y combinaba con el verde de la puerta. ¿Y por qué rojo y verde? Pues porque en la residencia de estudiantes en la que residía el complejo por querer jugar al parchís por plantas era demasiado grande.
No me quejaba. Tenía un sitio para vivir y eso me gustaba, uno que me podía permitir en una ciudad como era aquella en la que estaba, Montecarlo, y que me daba la intimidad suficiente como para no escuchar los gritos ajenos que hacían mis compañeros tanto por el día como por la noche (sobre todo por la noche, y creo que todos sabemos a qué me refiero).
Aquello, aun así, no quitaba el hecho que, durante el día, les diera la venada a algunos por pasearse por el pasillo como si fuera su casa, lo que, por consecuente, traía que me pusiera la música procedente de mi ordenador a todo volumen. La música era mi vía de escape, y poder emplearla para obviar a los pesados de turno era una gran herramienta.
Así que ahí me encontraba, cocinando. Eran las ocho de la noche, y aunque debía estar estudiando para el examen que tenía mañana de anatomía, todo un coñazo si os soy sincera, cantar y bailar como si no hubiera un mañana mientras la última ronda de patatas se cocinaba en la sartén, me parecía mejor opción. Adoraba mis estudios, pero a veces eran demasiado pesados y agotadores.
Y hablando de pesados y agotadores ¡así se me podría describir! Aunque no lo admitiera mucho.
Y que lo digas.
Oh por dios, tú otra vez no.
Soy tu consciencia, recuerda que aquí vamos en pack.
Para mi desgracia.
Para tu suerte.
Desgracia
Suerte.
Desgracia.
Lo que tu digas.
Por supuesto.
Pff.
Dejando este breve inciso de lado debido a mi consciencia, creo que va siendo hora de hacer las presentaciones.
Eliane Jennifer Moore, Eli para los amigos, es mi nombre. Provengo de San Francisco, de un barrio bastante pijo y rico que no pega nada conmigo, pero si con mi familia. Tengo veinticinco años, y actualmente estoy instalada en Montecarlo, la ciudad de los derroches y la fortuna o, como a mí me gusta llamarla, la ciudad de la fiesta.
