𝗖𝗔𝗣𝗜́𝗧𝗨𝗟𝗢 𝟭𝟵.

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— 𝐍𝐨, 𝐚𝐬𝐢́ 𝐧𝐨 𝐞𝐬 𝐂𝐡𝐚𝐫𝐥𝐞𝐬, 𝐥𝐨 𝐞𝐬𝐭𝐚́𝐬 𝐡𝐚𝐜𝐢𝐞𝐧𝐝𝐨 𝐦𝐚𝐥. — 𝐋𝐞 𝐝𝐢𝐣𝐞 𝐩𝐨𝐫 𝐞𝐧𝐞́𝐬𝐢𝐦𝐚 vez esperando que se diera por vencido.

Estábamos en su casa. Tras haber salido de mi residencia prácticamente a la hora que habíamos acordado, fuimos directos al super. Bueno, más bien él fue al super. Yo me quedé en el coche como precaución. Di gracias a que no se trajo el Ferrari que todo dios tenía visto y conocía, sino, la cosa se hubiera complicado un poco.

Yo solamente había querido comprar las cosas necesarias y que Charles no tuviera en su piso para hacer las galletas, pero insistió en que me quedara a cenar, y ante eso y cabezonería yo no pude hacer nada. No tenía ni idea de que había comprado, no me lo quiso decir, así que sería sorpresa. Solo esperaba que no le hubiera costado mucho y que me fuera a gustar. Tenía un paladar de niña pequeña, así que cruzaba los dedos porque hubiera atinado.

Tras eso, fuimos a su piso. ¿Y qué ocurrió? Pues que me quedé flipando cuando aparcó el coche en una de las zonas más lujosas y con más seguridad de toda la ciudad.

No debería de haberme sorprendido, a fin de cuentas, era una figura pública. Necesitaba una zona segura donde vivir. Pero claro, para una persona como yo que, en Mónaco, vivía en una de las zonas menos lujosas (y ya de por si cara), era un cambio muy grande.

Si tuviera que describir el piso de Charles en una palabra usaría la de simpleza. El apartamento de Charles era simple, aunque grande, muy grande, con muchas habitaciones. No me quedo corta diciendo que poseía tres habitaciones de medidas considerables con camas de matrimonio en cada una, una sala dedicada única y exclusivamente para el simulador, otra para su oficina personal y, por supuesto, otras cuantas para el salón, los baños y la cocina. De la terraza ya no hablaba porque eso si que era grande. Vivía en un ático, y ese ático, en particular, tenía una terraza bastante ancha y larga. Lo suficientemente espaciosa como para que tuviera una mesa y un par de sofás fuera. Como hacía Charles para que no se le jodieran con la lluvia me pareció todo un misterio. Luego recordé que tenía pasta y podía permitirse pagar lo que fuera que se necesitase para proteger semejantes armatostes y se me pasó la duda.

No me corté un solo pelo mostrando lo mucho que me gustó su casa, así como tampoco para confesarle que, si me dejaba sola, probablemente me perdería en ella, al menos al inicio. Como me meara iba a estar gracioso buscar uno de los tres baños que tenía.

Pero no pensé en eso, pensé en lo emocionante que iba a ser el usar la pedazo cocina que tenía para cocinar tres o cuatro galletas de chocolate. Y me ilusioné.

Era, sin lugar a dudas, la cocina de mis sueños. Espaciosa, con mucho almacenaje y mucha, pero que mucha luz. Encima era blanca y negra. Diez de diez a esa elección la verdad.

HEARTBREAK GIRL ; charles leclercDonde viven las historias. Descúbrelo ahora