𝗖𝗔𝗣𝗜́𝗧𝗨𝗟𝗢 𝟭𝟱.

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𝐈𝐠𝐮𝐚𝐥, 𝐲 𝐬𝐨𝐥𝐨 𝐢𝐠𝐮𝐚𝐥, 𝐚𝐭𝐫𝐚𝐧𝐜𝐚𝐫 𝐞𝐥 𝐚𝐬𝐜𝐞𝐧𝐬𝐨𝐫 𝐝𝐞𝐥 𝐜𝐚𝐬𝐢𝐧𝐨 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐮𝐝𝐚𝐝 𝐧𝐨 𝐡𝐚𝐛𝐢́𝐚 sido la mejor de las ideas. Yo ya avisé que mi mente iba a mil por hora cuando se trataba de pensar en cosas que hacer, pero también os dije que, la gran mayoría de ellas, siempre acababan en desastre.

¿Me dolía? Ni lo más mínimo, ese tipo de jugarretas me daban la vida, aunque en un inicio, no había acaparado el ascensor con ese fin. Pero la gente que nos perseguía calle abajo no tenía idea alguna de ello, así que solo teníamos una opción: correr.

Y eso fue lo que hicimos.

Empezamos a empujar a mucha gente, perdí la cuenta de cuanta, para despistar a los dos guardias de seguridad que aún nos perseguían. Debía recalcar que íbamos como en un tren chu-chu. Sí, sí, habéis oído bien. Yo iba agarrada de la mano de Aaron, y Charles de la mía. De Joris no sabía nada porque no me había girado para mirarle, pero visto el panorama dudaba que no nos hubiera seguido.

Agradecía estar en forma, de lo contrario me habría quedado a medio camino. Pero iba en tacones, y aunque antes me había ido bien correr con ellos porque era una distancia corta, ya no tanto. Los pies me dolían horrores. No sabía cuantas calles llevábamos ya, pero si las suficientes como para saber que, un traspié más y me iba de bruces al suelo.

Quería decírselo a Aaron para que frenara un poco, pero lo veía tan enfrascado en la tarea de salvarnos el culo que me aguanté hasta que llegamos al muelle. Sí, al muelle. No habíamos recorrido una pequeña distancia, aunque tampoco una tan grande como la que me gustaría admitir y decir para que la historia quedara mejor. A fin de cuentas, Montecarlo era pequeño.

— Por aquí. — Escuché decir a Aaron que, una vez más, tiró de mi para que me escondiera tras el primer yate que vio.

Como nos habíamos colado y no nos había visto nadie era una gran pregunta. Y quería soltarla, pero me faltaba el aire.

— D-dime que... que no nos han visto bajar.

— P-pues no lo se. — Me confesó. A lo que yo le miré con cara de disgusto y cansancio.

— No puedo más. Como nos encuentren dejo que me cojan, mi vida tampoco es tan valiosa. – Exageré apoyándome en el yate y mirando mis tacones.

— Con todo lo que has corrido yo haría un último esfuerzo, Eli. — Me dijo Charles. Se encontraba a mi lado. Me sorprendió que no me hubiera mandado a paseo. Supuse que la curiosidad por saber que había pasado era mayor.

— Es que me duelen los pies. — Gimoteé quitándome la primera de las sandalias de tacón y dejándola sobre la madera empapada.

Si es que de esa noche no iba a salir nada bueno.

HEARTBREAK GIRL ; charles leclercDonde viven las historias. Descúbrelo ahora