𝗖𝗔𝗣𝗜́𝗧𝗨𝗟𝗢 𝟮𝟱.

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𝐋𝐚 𝐬𝐚𝐥𝐚 𝐬𝐞 𝐬𝐮𝐦𝐢𝐨́ 𝐮𝐧𝐨𝐬 𝐬𝐞𝐠𝐮𝐧𝐝𝐨𝐬 𝐞𝐧 𝐜𝐨𝐦𝐩𝐥𝐞𝐭𝐨 𝐬𝐢𝐥𝐞𝐧𝐜𝐢𝐨, 𝐞𝐥 𝐜𝐮𝐚𝐥 𝐚𝐩𝐫𝐨𝐯𝐞𝐜𝐡𝐞́ para dar un pasito hacia atrás y separarme de él. No quiso que lo hiciera, su mano intentó buscar mi cintura nuevamente, pero fui más rápida. Conseguí alejarme y le enseñé las llaves que le acababa de quitar poniéndolas frente a sus narices.

— Eli, que has...

— A ti. — Repetí. — Te quiero a ti, pero conduciendo el coche. Así que... — Se las lancé para que las pillara en el aire. — Ya sabes, guapo. — Le provoqué guiñándole un ojo y yendo a por mis cosas. Estaban tiradas sobre la cama.

— Con que esas tenemos. — Comentó con la ceja alzada.

— No se de que me estás hablando. — Canturreé cogiendo el bolso y colgándomelo en el hombro.

— Claro, claro, ahora hazte la loca.

— Loca es una palabra muy fea, eh, no me digas eso. — Pedí acercándome a él.

— Más feo está lo que me acabas de hacer y no me estoy quejando. — Puntualizó pasando un brazo por mis hombros.

— Así que he dejado con las ganas al señorito Charles Leclerc. — Las comisuras de mis labios se alzaron, mi rostro girándose para poder tener una mejor visión de él.

— Bastantes.

Un winwin había sido esto.

— Que pena.

— Serás cabrona.

Entre risas me alcé sobre la punta de mis tacones y le dejé un beso en la mejilla. No fue mi plan inicial dárselo, pero el impulso pudo conmigo. Y no me arrepentí. Era feliz, en ese momento era feliz.

— ¿Eso lo compensa? — Pregunté.

— No lo suficiente, pero por el momento me conformo. — Contestó con una sonrisa, siendo él ahora quien me dejó un beso en la cabeza. Cerré los ojos ante ese gesto. — Anda vamos, que a lo tonto se nos está haciendo tarde.

— Bueno, por diez minutos que esperen no va a pasar nada.

Salimos del cuarto. Al tener el ascensor prácticamente delante de la habitación de Sabrina no tardamos nada en bajar al garaje.

Estaba acostumbrada a ver coches de lujo, vivir en Mónaco era lo que tenía, pero jamás había visto tantos en un mismo lugar. Que el garaje estuviera repleto de Ferraris, Porches, Mercedes, Lamborghinis y demás marcas, hizo que me quedara con la boca abierta.

— Pero la peña aquí cuanta puta pasta tiene. — Solté, haciendo reír a Charles, que me cogió de la mano para poder llevarme a su coche. No me quejé, la tomé con gusto. Y fue extraño pero agradable, era la primera vez que nos cogíamos de la mano.

HEARTBREAK GIRL ; charles leclercDonde viven las historias. Descúbrelo ahora