Dos mundos

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Dos mundos


Harry tiritaba de frío, su piel se congelaba después de haberse hundido en aquel lago en un intento desesperado por sacar la espada de Gryffindor. Estuvo a punto de morir ahogado pero justo cuando creyó que sus pulmones estallarían, unos brazos le rodearon por el pecho jalándolo hacia la superficie.

Eso era lo último que recordaba, porque luego se esforzó por abrir los ojos y el corazón le retumbó aterrado. Miró a su alrededor, ya no estaba en el bosque de Dean... era Hogwarts.

Y él estaba empapado de pies a cabeza aunque el frío casi se había ido, su ropa estaba húmeda pero de las aguas del lago oscuro que vio tantas noches por la ventana de su dormitorio y no de aquel gélido estanque en el bosque... alguien le había sacado y ahora veía su sombra en la oscuridad de la noche. Esa persona también estaba hecha una sopa y respiraba agitado intentando recuperar su aliento.

— Eres... un imbécil, Potter.

Harry jadeó aún más aterrado. Se había salvado de morir ahogado pero ahora le esperaba algo peor. Instintivamente sacó su varita, al segundo el pánico había pasado y ahora lo embargaba el odio más intenso. ¡Era Snape, el maldito asesino de Dumbledore!

— ¿Qué piensas hacer con eso? —se jactó el mago mayor al verse apuntado por aquella varita—.  ¿Tan enfadado estás?

— ¡Eres un cínico, Snape! —gritó temblando embravecido por lo que consideró la más repugnante de las ironías.

— No seas rencoroso, mira a lo que te llevó ese capricho tuyo, no ha sido buena idea ponerte a volar cuando tu cabeza te impedía ser precavido.

Harry seguía respirando agitado, tanto por el esfuerzo físico al luchar por la falta de oxígeno como por la confusión ante las palabras de Severus Snape.

— ¡¿De qué carajo hablas?! —preguntó pausadamente, necesitaba recuperar más fuerzas si debía de invocar la irreversible maldición imperdonable.

— Veo que ni el agua fría te baja el mal humor. Vamos, regresemos a las mazmorras.

— ¡Yo no iré con usted a ningún lado!

Harry se puso de pie al mismo instante que Snape, usó su varita poniéndose en guardia, pero para su sorpresa, su gran enemigo... se rió.

Eso lo descontroló totalmente, la risa de Snape no parecía ser ofensiva, al contrario... en verdad aparentaba divertirse como si todo aquello fuera un juego. Nunca lo había escuchado reír, mucho menos de esa manera, tan inofensiva y suave, como si estuviese frente a la presencia de alguien muy apegado.

— Vamos, deja de jugar, mocoso. No creo que te deba ninguna disculpa pero lo haré si es lo quieres... tan solo ven conmigo y me encargaré de hacerte olvidar tu rabia.

Harry estaba estupefacto... más que eso. No supo qué hacer cuando Snape le sujetó de la muñeca jalándolo hacia el interior del castillo.

Prácticamente perdió la capacidad de respirar, estaba aturdido por completo, siempre creyó que no dudaría ni un segundo en asesinarlo en cuanto lo tuviera enfrente pero ahora le era imposible reaccionar. La conducta de Snape lo confundía demasiado.

Miró la imponencia del colegio, con sus corredores iluminados y algunas lechuzas revoloteando entre las torres. Pero todo eso no podía ser inofensivo. El terror regresó con todas sus fuerzas, el castillo en ese momento ya había sido tomado por Voldemort y sus más fieles mortífagos... Snape lo llevaba a una muerte segura.

Nuestro amor en cada mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora