Capítulo 10: Decisiones

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—Tengo que hacer un proyecto para psicología. Tenemos que recrear el cerebro humano y nos va a costar mucho tiempo porque hay que hacerlo bien.

—Está bien, ¿en dónde te quedarás?

—La casa de un compañero.

—¿Y quién es?

—No lo conoces.

—Por lo menos dime su nombre.

Akaashi suspiró y abrió la puerta del auto.

—Akinori Konoha.

No iba a darle el nombre del mayor. Su padre no le permitiría ir con él si se enteraba que era Bokuto.

—Avísame cuando llegues a su casa. Y de paso me mandas la dirección.

—Está bien.

—Ten un buen día.

—Gracias, papá. Tú igual.

Felizmente el día viernes había llegado y Akaashi, por primera vez en su vida, no traía a la escuela su carpeta. Traía ropa y cosas que podrían hacer que Bokuto eligiera cómo se vestiría, que era su plan desde el principio.

Todo el día se lo pasó ansioso. No podía dejar de pensar en el mayor y en cómo estarían por tanto tiempo juntos.

Estaba realmente feliz.

Y se notó que Bokuto estaba igual cuando se dio cuenta que lo estaba esperando afuera de la escuela.

—¡Akaashi!

—Buenas tardes, Bokuto-san.

—¿Emocionado por lo de esta noche?

—Un poco, oh, ¿qué haces?

Bokuto tomó la mochila del menor y la cargó en su hombro.

—Nada, te ayudo.

Akaashi soltó un suspiro atontado.

—¿Qué haremos hoy?

—Bueno, como tenemos mucho tiempo libre pensé que podías ayudarme a escoger la ropa para la fiesta...

—Oh, yo venía con la misma idea —Akaashi sonrió mientras rascaba su nuca avergonzado.

Bokuto sonrió.

—¡Pensamos lo mismo, qué genial!

La casa de los Bokuto era normal, mucho más pequeña que la suya. Akaashi entró junto al mayor, preparándose mentalmente para conocer su familia.

Y casi se desmaya del susto que se comió cuando dos niñas pequeñas se tiraron sobre él.

—¡Akaashi! —gritó Kimori.

—¡'Kaashi! —Esa fue otra que no conocía.

Bokuto las miró cansado.

—Kimori, Keiko... suéltenlo —suspiró, acercándose a ellas y alejándolas del pelinegro.

—¿Son gemelas? —preguntó atontado.

—¡Para tu sorpresa no! Kimori tiene diez mientras que Keiko cinco —señaló a cada una.

—Son idénticas.

—Siempre lo dicen —se encogió de hombros—. ¿Vamos a mi cuarto, Akaashi?

—¿Podemos ir?

Los mayores intercambiaron miradas.

Akaashi negó suavemente.

—Nop —Bokuto dijo al instante, ganándose un puchero por parte de Kimori—. Vayan a jugar con sus muñecas.

—¿Después vienes?

Bokuto tomó la muñeca de Akaashi y tiró de él.

—Sí, sí.

Subir las escaleras con la mano de Bokuto alrededor de su muñeca hace que su piel se erice y que las puntas de sus orejas ardan. Ha descubierto que el toque del mayor sobre él es más fuerte que cualquier otra cosa y sus simples acciones aceleran su corazón a mil por hora.

Atontado observa la mano de Bokuto. Tiene pequeños puntos claros en su dorso y sus dedos son largos, sus uñas están cuidadas y parece ser que su piel es suave.

¿Sería muy arriesgado tomar su mano?

Es un poco incómodo que tire de su muñeca...

Akaashi observó su espalda y luego su mano. Hizo eso muchas veces, debatiendo su tomar la mano de Bokuto sería una buena o mala idea.

Sin embargo, es muy tarde para actuar. Llegan a su cuarto y su plan falla.

Se sorprende al ver las cosas ordenadas. Las paredes son grises y tiene estanterías con figuras coleccionables. Un escritorio, un armario y una cama de dos plazas con mantas negras que parecen ser demasiado cómodas y cálidas.

—Akaashi, ¿quieres que te arme una cama o prefieres dormir conmigo?

Su pregunta lo sorprende. Observa atontado a Bokuto y parece que este nota como la vergüenza comienza a apropiarse de él, porque suelta una risa suave y suelta su muñeca.

—Me da pereza buscar las cosas para armar tu cama y hace frío para que duermas en el suelo. Si te sirve de algo, no eres el primer chico que dormirá en mi cama.

Eso no parece ayudar.

Akaashi frunce su ceño.

—¿Disculpa?

Le molesta ese hecho.

Bokuto ahora es el avergonzado.

—¡M-me refiero a que mis amigos suelen dormir en mi cama, Akaashi! No me malinterpretes...

El pelinegro borró suavemente su mueca y terminó asintiendo.

Iba a aprovechar la oportunidad.

—Dormiré contigo, Bokuto-san —suspiró y el mayor asintió—. Pero déjame dormir del lado del costado, por favor.

—¿Por qué? —rió.

—El dormir al lado de la pared hace que me dé más frío de lo normal.

Entraron al cuarto, Bokuto cerró levemente la puerta detrás de él.

—¿Eres friolento, Akaashi?

—Un poco.

—¡No te preocupes por eso! Esta noche me tendrás a mí, ¡puedo darte calor!

Radar | BokuakaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora