Capítulo 25: Perseverante

1.9K 303 55
                                    

Bokuto se sintió un poco indignado al ver a Akaashi llegar a la escuela con la chaqueta de Konoha.

El sábado por la noche su madre le había dicho que era un idiota. Y que tenía que pedirle disculpas.

Pero no podía.

Akaashi lo volvió a ignorar.

—¡Aquí!

El estar alejado del pelinegro lo afectó en todo sentido.

Ni siquiera podía rematar.

Bufó.

—¡Odio esto! —gritó frustrado, saliendo de la cancha.

Quería... ¡Ni siquiera sabía que quería!

Konoha, viéndolo desde la otra punta de la cancha, suspiró. Todo el equipo se dispersó, ninguno dispuesto a ayudar a Bokuto, quien se sentó en las gradas, sosteniendo su cabeza y mirando sus zapatillas. Estaba intentando enfriarse un rato, calmar sus pensamientos y tranquilizarse pero, mierda, costaba. Muchísimo.

Decidió acercarse a Akaashi, quien estaba practicando auto pases de arriba.

—¿Qué le pasa a Bokuto?

—No lo sé —siguió con lo suyo—. Tampoco es como si me importara.

—¿Está todo bien entre ustedes?

—No realmente.

Konoha suspiró y golpeó la pelota, sacándosela de los dedos a Akaashi. El pelinegro lo miró con el ceño fruncido.

—Eso fue muy irrespetuoso de tu parte, Konoha-san.

—Y muy desinteresado de la tuya —Akaashi rodó los ojos—. Ya dime qué pasa.

—Nada importante.

—No me mientras —Konoha se cruzó de brazos, parándose frente a él. Akaashi suspiro ruidosamente—. No dejaré de molestarte hasta que me lo digas.

—Tuvimos una pelea, ¿feliz? —sonó irritado—. Me besó cuando salimos pero todo fue porque quería ver si era mejor que tú.

Konoha lo miró confundido.

—¿Eh?

—Sí. Bokuto-san me besó porque supo que tú me besaste —se cruzó de brazos—. Y estoy enojado. No pienso hablarle ni ayudarlo.

—Akaashi...

—Fue un error haber confiado en él.

Akaashi se agachó y tomó la pelota.

—¿Quieres saber algo más?

Su mirada frío asustó a Konoha.

—No...

—Bien, mejor.

El entrenamiento fue divertido a pesar de todo. Armar es divertido pero complejo, el armador del equipo lo ayudó mucho y rápidamente mejoró en su pase de arriba aunque se dobló un poco los dedos.

Regresó a casa en silencio. Antes de irse, Konoha lo invitó a un partido. El sábado, en la noche. Jugarían contra un equipo del pueblo, rivales clásicos, según el rubio.

Cuando llegó a casa, su padre estaba parado en la puerta.

—¿Por qué tan tarde?

—Vengo de entrenar.

—¿Y por qué esa cara?

—Porque tuve un mal día, papá.

No lo dejó seguir preguntando, simplemente se dirigió a las escaleras y subió. Su padre se le quedó viendo pero intentó no prestarle atención. Quizá lo reprochaba y no estaba de humor.

Cuando llegó a su cama, se permitió suspirar y abrazar su almohada. Bokuto era un idiota pero aún así le gustaba. Qué enojo.

Los días se pasaron lentamente. Se sintió solo y sin energía, faltándole el exceso del mayor. Aún así logró sobrevivir ignorándolo, sintiendo su corazón doler pero pensando que lo mejor sería pasar de página a pesar de que, de vez en cuando, desviaba su mirada y lo buscaba por los pasillos porque era un masoquista.

—¡Akaashi!

Viernes por la noche. El reloj marca las doce en punto.

¿Quién puede estar tirando piedritas a su ventana?

Confundido y rascando su ojo izquierdo porque muere de sueño, abrió la puerta de su pequeño balcón. Bokuto estaba en su jardín, con una sudadera con capucha y una mirada desesperada.

—¿Bokuto-san?

—¡Akaashi, lo siento!

No. Se niega a aceptarlo. El menor niega, rueda los ojos y vuelve a cerrar su puerta corrediza, pero las piedritas vuelven a golpear.

—¡Bokuto-san! —exclamó sin paciencia, saliendo afuera y sosteniéndose de la baranda—. ¡Ya vete a casa! —susurró-gritó.

—¡No hasta que me perdones!

Bien, Akaashi no lo estaba mirando bien. ¡Pero podría soportarlo! Bokuto era perseverante y no paraba de hacer algo hasta conseguirlo.

—¡Solo baja, serán diez segundos!

El menor bufó y volvió a entrar.

Bokuto rogó porque le diera una oportunidad.

No sabe cuánto tiempo pasó, se concentró en el frío que hacía. Estaba abrigado pero la helada estaba matándolo. Metió sus manos en sus bolsillos y se distrajo golpeando su pie contra el suelo.

—Tienes cinco segundos, Bokuto-san.

Su corazón saltó emocionado al escuchar su voz cerca. Rápidamente alzó su mirada y sonrió ante la imagen: Akaashi con su pijama y una chaqueta. Era la suya.

Aunque la felicidad se opacó al recordar que también había usado la de Konoha.

—¡Akaashi! —exclamó sin dudarlo—. ¡Lo siento! Me expliqué mal, tú entendiste mal y... ¡Y por favor escúchame!

—Está bien. Tres segundos.

—No te besé porque estaba compitiendo con Konoha... —suspiró, mirándolo apenado. Akaashi seguía mirándolo sin expresión alguna—. Sino lo hice porque quería saber si me gustabas.

—Sí, bueno, qué pena. Se acabó tu tiempo, Bokuto-san, nos vemos.

Intentando verse indiferente, se dio vuelta de brazos cruzados, dispuesto a entrar otra vez en casa y reprochar a las mariposas en su estómago por aletear. Sin embargo, el agarré de Bokuto en su cintura lo hizo parar.

Y claro, también su rapidez para darlo vuelta y chocar sus labios contra los suyos.

Radar | BokuakaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora